EL POBLADO IBÉRICO DE ULLASTRET: LA CIUDAD FORTIFICADA DE LOS INDIGETES.
En el corazón del Bajo Ampurdán, sobre una colina conocida como el Puig de Sant Andreu, se alzan los restos del poblado ibérico de Ullastret, uno de los enclaves más impresionantes y mejor conservados de la cultura íbera en la península Ibérica. Este asentamiento, que fue la capital del pueblo indigete, se convirtió entre los siglos IV y III antes de Cristo en una auténtica ciudad fortificada, el mayor oppidum de toda Cataluña y un símbolo del poder y la organización social de los íberos del nordeste peninsular.
Su origen se remonta al siglo VI a.C., cuando distintas comunidades indígenas comenzaron a concentrarse en lugares elevados, buscando seguridad y control del territorio. El Puig de Sant Andreu ofrecía un emplazamiento estratégico: dominaba el antiguo lago de Ullastret —hoy desaparecido— y una extensa llanura agrícola que aseguraba recursos y comunicación con las rutas costeras y las colonias griegas del Mediterráneo. Fue precisamente el contacto con los griegos de Emporion (la actual Ampurias) lo que impulsó el desarrollo de Ullastret, introduciendo nuevas técnicas artesanales, productos importados y un modelo urbano que combinaba la tradición local con la influencia mediterránea.
La ciudad destacaba por su monumental sistema defensivo, uno de los más avanzados del mundo íbero. Una muralla de más de seiscientos metros, reforzada con torres y puertas monumentales, protegía el asentamiento. En algunos sectores se excavó un foso en la roca, lo que aumentaba su carácter inexpugnable. Pero estas fortificaciones no eran solo una medida militar: eran también un símbolo de prestigio y poder, una declaración visible de la fuerza de los indigetes frente a sus vecinos. Dentro del recinto, las calles empedradas se distribuían de forma ordenada, adaptándose a la topografía de la colina. Las casas se levantaban adosadas unas a otras, con muros de piedra y techos de materiales vegetales, y su tamaño y disposición revelan una sociedad jerarquizada, donde las élites ocupaban las viviendas más amplias y complejas, mientras los artesanos y campesinos vivían en espacios más modestos.
La economía de Ullastret combinaba la agricultura —centrada en cereales, vid y olivo— con la ganadería y la producción artesanal. Se han hallado molinos, hornos y talleres de metalurgia, lo que demuestra un alto grado de autosuficiencia. Sin embargo, el comercio fue uno de los pilares de su prosperidad. El hallazgo de ánforas y cerámicas griegas, objetos de bronce y monedas demuestra que los habitantes de Ullastret mantenían contactos regulares con los comerciantes del Mediterráneo. Este intercambio no solo trajo bienes materiales, sino también ideas, costumbres y una progresiva apertura cultural.
El ámbito religioso también tuvo gran relevancia en la vida del poblado. Se han identificado santuarios, esculturas y exvotos que reflejan un mundo espiritual complejo, donde la guerra, la naturaleza y los antepasados desempeñaban un papel esencial. Uno de los hallazgos más impactantes es la evidencia del llamado “culto a las cabezas cortadas”, práctica ritual extendida entre los íberos, consistente en conservar o exponer las cabezas de los enemigos como símbolo de valor y poder. En Ullastret se encontraron cráneos humanos incrustados en las murallas, lo que confirma el carácter sagrado y político de este rito. Junto a ello destaca la famosa “cabeza de guerrero de Ullastret”, una escultura en piedra de gran calidad artística que se ha convertido en emblema del arte ibérico.
El ocaso de Ullastret llegó con la expansión romana. A partir del siglo II a.C., Roma consolidó su dominio en el nordeste peninsular y reorganizó el territorio, desplazando a las antiguas comunidades íberas hacia nuevos centros urbanos adaptados al modelo romano. La ciudad indigete fue abandonada paulatinamente, aunque su memoria perduró en el paisaje y en las tradiciones locales.
Hoy, el yacimiento de Ullastret constituye una de las ventanas más valiosas para comprender la civilización íbera. Pasear entre sus calles excavadas, contemplar las murallas y visitar el museo anexo permite reconstruir la vida cotidiana de una sociedad que, mucho antes de Roma, había desarrollado un sistema político, económico y cultural sorprendentemente complejo. Ullastret no fue solo un poblado fortificado, sino una auténtica ciudad-estado ibérica, testimonio de la brillantez de un pueblo que dominó el noreste peninsular durante siglos y cuya huella aún se mantiene viva entre las colinas del Empordà.
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Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Utebo, contando con 17 de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs, podcast y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
Sanmartí, J. Els ibers del nord-est de la Península Ibèrica
Martín Almagro-Gorbea, M. Los íberos: su historia y su cultura
Ruiz Rodríguez, A. y Molinos, M. Los íberos: Análisis arqueológico de un proceso histórico
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