LUIS DE CÓRDOBA Y LA INTERCEPCIÓN DE LA FLOTA INGLESA.
En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando el Imperio español parecía haberse resignado a la pérdida de su antiguo esplendor, un veterano marino andaluz devolvió a la Armada el orgullo de los siglos dorados. Luis de Córdoba y Córdoba, nacido en Sevilla en 1706, fue el último gran almirante español del Antiguo Régimen. Su nombre quedó ligado para siempre a una de las mayores victorias navales de la España borbónica: la intercepción y captura del convoy inglés de 1780, un golpe que hizo tambalearse los cimientos financieros de la propia Inglaterra.
Hijo de una familia de tradición naval, Córdoba ingresó muy joven en la Armada y sirvió en múltiples campañas contra corsarios y potencias rivales. Su experiencia lo llevó a ocupar mandos destacados en tiempos de Carlos III, dentro del programa de modernización de la Marina impulsado por Ensenada y Jorge Juan. Cuando estalló la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, España se alió con Francia contra Gran Bretaña, con el objetivo de recuperar Gibraltar y debilitar la hegemonía inglesa sobre los mares. Córdoba fue nombrado comandante de la flota combinada franco-española, una poderosa armada con la misión de bloquear el Canal de la Mancha y cortar el tráfico atlántico británico.
En el verano de 1780, Luis de Córdoba recibió información privilegiada sobre el desplazamiento de un convoy británico de más de sesenta naves mercantes escoltadas por solo tres fragatas de guerra. El convoy, procedente de Portsmouth, transportaba tropas, pertrechos y mercancías hacia las colonias del Caribe y Norteamérica. Al frente de su escuadra de 36 navíos de línea y varias fragatas, Córdoba salió de Cádiz y se posicionó frente a las costas de Galicia para interceptarlo. Aunque sus fuerzas eran inferiores en número, la disciplina y el orden de batalla españoles le dieron una ventaja decisiva.
El 9 de agosto de 1780, el convoy inglés avistó a lo lejos las velas de la flota de Córdoba. Los británicos, confiados, creyeron que se trataba de su propia escolta, por lo que no maniobraron ni adoptaron formación de combate. Luis de Córdoba aprovechó la confusión con una serenidad magistral: permitió que sus navíos se acercasen lentamente, desplegando una maniobra envolvente que, en cuestión de horas, rodeó completamente al convoy inglés. Cuando los mercantes británicos se dieron cuenta de su error, era demasiado tarde. Sin posibilidad de escapar, y sin que mediara un solo disparo, más de cincuenta barcos fueron capturados junto con unos 3.000 prisioneros, incluyendo militares, comerciantes y tripulaciones completas. La victoria fue total y sin derramamiento de sangre.
El botín resultó colosal. Las bodegas rebosaban de plata, manufacturas, armas y mercancías coloniales, con un valor que se estimó en más de diez millones de libras esterlinas, una cifra astronómica para la época. La noticia de la catástrofe llegó a Londres como un mazazo. La Bolsa inglesa se desplomó de inmediato, el crédito marítimo colapsó y las primas de seguro se dispararon. Durante semanas, el comercio británico quedó paralizado y el prestigio del Almirantazgo inglés sufrió un daño irreparable. El golpe financiero y moral fue tan profundo que algunos contemporáneos lo consideraron el mayor desastre naval británico desde los tiempos de la Armada Invencible.
En España y Francia, en cambio, la victoria fue celebrada como una prueba de la recuperación del poder naval borbónico. La operación de Córdoba se estudió en las academias militares por su precisión táctica, su dominio del engaño estratégico y la eficacia de su ejecución. A diferencia de tantas batallas sangrientas, la intercepción de 1780 demostró que el ingenio y la prudencia podían derrotar incluso a un enemigo superior en recursos.
Luis de Córdoba continuó al mando de la flota combinada durante el resto del conflicto, dirigiendo nuevas operaciones de bloqueo contra Gran Bretaña. Murió en 1796, tras una vida dedicada por completo al servicio del mar y de su rey. Su victoria de 1780 quedó como la última gran gesta de la Marina española antes de Trafalgar, un recordatorio de que, cuando el mando recaía en manos de un marino sabio, disciplinado y audaz, España aún era capaz de dominar los océanos con honor y sin disparar un solo cañón.
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Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Utebo, contando con 17 de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs, podcast y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
O'Donnell, Hugo, Historia marítima de España
Goodman, Dena, The Republic of Letters and the Enlightenment in Europe
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