NABUCODONOSOR II.

 Pocos nombres evocan tanto poder, ambición y gloria como el de Nabucodonosor II, el más célebre de los monarcas babilonios y uno de los soberanos más enigmáticos del mundo antiguo. Gobernó entre los años 605 y 562 a.C., durante el periodo conocido como Imperio Neobabilónico, y bajo su autoridad la ciudad de Babilonia alcanzó un esplendor que deslumbró al resto del Oriente Próximo. Su figura, envuelta en relatos bíblicos y leyendas posteriores, encarna a la perfección la grandeza y la fragilidad de los imperios que dominaron Mesopotamia.




Nabucodonosor nació en el corazón de Babilonia, hijo del rey Nabopolasar, un antiguo general que había logrado liberar la región del dominio asirio y fundar una nueva dinastía. Desde su juventud, el príncipe se formó en la guerra y la política, y pronto demostró un talento militar fuera de lo común. En el año 605 a.C., al mando del ejército babilonio, derrotó al faraón Necao II de Egipto en la batalla de Karkemish, en la frontera norte de Siria. Aquella victoria marcó un punto de inflexión en la historia: Egipto perdió sus territorios en Asia, y Babilonia se convirtió en la principal potencia de todo el Creciente Fértil. Apenas días después del triunfo, su padre murió, y Nabucodonosor regresó a Babilonia para ser proclamado rey.

Desde el inicio de su reinado, el joven monarca demostró una visión clara: convertir a Babilonia en el centro del mundo conocido. Su ambición no se limitaba a la conquista, sino también a la grandeza monumental. Bajo su mandato, la ciudad se transformó por completo. Las murallas fueron reforzadas y ampliadas hasta alcanzar una extensión legendaria; los templos se cubrieron de relieves y azulejos vidriados; los palacios se llenaron de mármoles y oro; y en su centro se erigía la majestuosa Puerta de Ishtar, decorada con dragones, toros y leones azules que parecían custodiar el poder divino del imperio.

Nabucodonosor también mandó reconstruir el zigurat de Etemenanki, dedicado al dios Marduk, la principal divinidad babilónica. Este enorme templo escalonado, que se elevaba hacia el cielo sobre siete terrazas, ha sido considerado por muchos historiadores como la fuente real del mito de la Torre de Babel. No menos célebres fueron los Jardines Colgantes de Babilonia, atribuidos a su reinado y considerados una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Aunque su existencia no ha sido confirmada arqueológicamente, las crónicas griegas los describen como un conjunto de terrazas verdes y cascadas suspendidas sobre la ciudad, que Nabucodonosor habría mandado construir para su esposa Amitis de Media, nostálgica de las montañas de su tierra natal.

Pero el esplendor babilonio no se sostenía solo sobre el arte y la arquitectura. Nabucodonosor fue un conquistador implacable y un político astuto. Tras consolidar su dominio sobre Siria y Fenicia, dirigió sus ejércitos hacia el reino de Judá. En el año 597 a.C., sus tropas sitiaron Jerusalén, capturaron al rey Joaquín y deportaron a la élite del reino. Diez años después, una nueva rebelión judía lo llevó a regresar. Esta vez, su respuesta fue devastadora: en 587 a.C., Jerusalén fue arrasada, el Templo de Salomón destruido y miles de hebreos fueron llevados prisioneros a Babilonia. Aquel episodio, conocido como el Cautiverio de Babilonia, quedó grabado para siempre en la memoria del pueblo judío y en la tradición bíblica, donde Nabucodonosor aparece tanto como un instrumento del castigo divino como símbolo del poder absoluto del hombre.




Pese a la imagen de tirano que transmiten las Escrituras, las fuentes babilónicas lo presentan como un soberano profundamente religioso y entregado a sus dioses. En numerosas inscripciones, Nabucodonosor se describe a sí mismo como el “favorito de Marduk”, el protector de los templos y el restaurador del orden divino sobre la Tierra. Su política interna se basó en la estabilidad y la prosperidad económica. Fomentó la agricultura mediante una extensa red de canales y diques que irrigaban el valle del Éufrates, lo que impulsó la producción y el comercio. Bajo su gobierno, Babilonia se convirtió en el centro más rico y avanzado del mundo conocido, un punto de encuentro entre Asia, Arabia y el Mediterráneo.

La vida del monarca transcurrió entre la gloria y la obsesión por la eternidad. Su poder fue absoluto, pero también efímero. Tras cuarenta y tres años de reinado, Nabucodonosor II murió en el año 562 a.C., dejando tras de sí una ciudad espléndida y un imperio en apariencia indestructible. Sin embargo, la grandeza que había construido comenzó a resquebrajarse poco después. Sus sucesores carecieron de su talento y su autoridad, y en apenas dos décadas el imperio fue conquistado por Ciro el Grande de Persia en el año 539 a.C., marcando el final del dominio babilonio.

Aun así, el nombre de Nabucodonosor no se desvaneció con el tiempo. Su figura continuó viva en los relatos bíblicos, en la literatura griega y en la imaginación de generaciones posteriores. Fue visto como un símbolo de soberbia, de ambición y de castigo divino, pero también como el paradigma del monarca constructor y visionario. Babilonia, la ciudad que levantó de entre los escombros, siguió fascinando a viajeros y arqueólogos durante milenios, y su legado continúa siendo uno de los más impresionantes de toda la Antigüedad.

Nabucodonosor II fue, en definitiva, el rey que elevó a Babilonia hasta las alturas del mito. Su historia resume la esencia de los grandes imperios mesopotámicos: el sueño de alcanzar la eternidad a través del poder, la piedra y la gloria.


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EL ÚLTIMO ROMANO. 


JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.


Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Utebo, contando con más de 17 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.



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Bibliografía:



Historia Antigua del Proximo Oriente y Egipto. Jasvier Cabrero Piquero y Federico Lara Peinado. Uned 2021.



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