EL EDICTO DE MILÁN (313): EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD RELIGIOSA EN EL IMPERIO ROMANO
En el año 313 d.C., el emperador Constantino el Grande, que gobernaba el Imperio Romano de Occidente, y su colega Licinio, emperador en Oriente, firmaron un decreto conjunto que pasaría a la historia como el Edicto de Milán. Este documento, aunque no fue un edicto en el sentido legal estricto, representó un cambio trascendental en la política religiosa del Imperio: por primera vez, se reconocía oficialmente la libertad de culto a todos los ciudadanos romanos, sin distinción de creencias.
Hasta ese momento, los cristianos habían sufrido siglos de persecuciones, especialmente bajo emperadores como Nerón, Decio o Diocleciano, que los consideraban una amenaza para el orden y la unidad religiosa del Estado. Las ejecuciones, confiscaciones y prohibiciones eran comunes, y profesar el cristianismo suponía arriesgar la vida. Sin embargo, la situación cambió tras la victoria de Constantino en el Puente Milvio (312 d.C.), cuando, según las fuentes cristianas, el emperador habría tenido una visión celestial que le condujo a adoptar el símbolo del Cristo como emblema de su ejército.
El Edicto de Milán, promulgado al año siguiente, establecía que cada persona debía tener plena libertad para adorar al dios que eligiera, y ordenaba la devolución de los bienes confiscados a las comunidades cristianas. Este gesto no solo ponía fin a la persecución, sino que situaba al cristianismo en una posición legal de igualdad respecto a las religiones tradicionales del Imperio.
El texto, según el historiador Lactancio, recogía la idea de que la paz del Estado dependía de la benevolencia divina, por lo que ningún ciudadano debía ser obligado a seguir un culto por la fuerza. Esta concepción de la tolerancia religiosa suponía una ruptura radical con el modelo romano anterior, que vinculaba la religión oficial al poder del Estado.
Aunque el cristianismo no se convirtió aún en la religión oficial del Imperio —eso ocurriría más tarde, bajo Teodosio I, con el Edicto de Tesalónica (380)—, el Edicto de Milán fue el primer paso hacia la cristianización del Imperio Romano. Constantino, además, favoreció abiertamente a la Iglesia, impulsó la construcción de templos como la basílica de San Juan de Letrán en Roma y convocó el Concilio de Nicea (325), donde se establecieron las bases doctrinales del cristianismo.
Con el Edicto de Milán, Roma pasó de perseguir a los seguidores de Cristo a convertirse en el corazón del cristianismo. El decreto de 313 no solo transformó la vida de millones de creyentes, sino que marcó el inicio de una nueva era espiritual y política, en la que religión y poder quedarían entrelazados para siempre.
“Concedemos a los cristianos y a todos los demás plena libertad para seguir la religión que cada uno elija.”
— Edicto de Milán, 313 d.C.
JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con 16 de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs, podcast y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
HISTORIA ANTIGUA UNIVERSAL II. EL MUNDO ROMANO (2ª)
Autor/es: Fernández Uriel, Pilar. Editorial: U.N.E.D.
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