En el corazón del mundo fenicio y cartaginés, entre templos dedicados a los grandes dioses orientales y mercados rebosantes de productos del Mediterráneo, existieron unos lugares que siguen despertando fascinación y horror a partes iguales: los Tophet. Estos santuarios-cementerios, descubiertos en Cartago y en otras colonias fenicio-púnicas, fueron el escenario de uno de los rituales más polémicos de la Antigüedad: el sacrificio infantil.



El término Tophet procede del hebreo bíblico y designaba originalmente un lugar de sacrificio. En el caso cartaginés, los arqueólogos lo utilizan para referirse a recintos sagrados donde se depositaban urnas de cerámica con restos cremados de niños pequeños y animales. Las excavaciones en el Tophet de Cartago, localizado en el siglo XX, revelaron miles de estas urnas, acompañadas de pequeñas estelas votivas dedicadas a las divinidades Baal Hammon y Tanit, las principales figuras del panteón cartaginés.

Las fuentes clásicas, especialmente autores como Diodoro de Sicilia, Plutarco o Tertuliano, describen con crudeza cómo los cartagineses ofrecían a sus propios hijos en sacrificio para apaciguar a los dioses, arrojándolos a las llamas del altar de Baal Hammon. Estas descripciones, aunque en parte influenciadas por la propaganda romana tras la destrucción de Cartago, coinciden con las evidencias arqueológicas encontradas en el Tophet: miles de restos infantiles quemados y cuidadosamente depositados en urnas, junto a símbolos religiosos y dedicatorias.

No obstante, desde mediados del siglo XX, varios investigadores han puesto en duda la interpretación tradicional. Algunos sostienen que los Tophet no fueron escenarios de sacrificios humanos, sino cementerios infantiles destinados a los bebés y neonatos muertos de forma natural, ya que los niños de corta edad no eran enterrados en los mismos lugares que los adultos. Según esta visión, los Tophet serían espacios piadosos en los que las familias ofrecían los restos de sus hijos a los dioses como gesto de esperanza o agradecimiento.

El debate, lejos de resolverse, sigue vivo. El análisis osteológico de los huesos encontrados en Cartago, Motya o Tharros ha mostrado tanto restos de recién nacidos como de niños mayores, y los niveles de cremación indican un tratamiento ritualizado, independientemente de la causa de la muerte. Esto sugiere que los Tophet pudieron cumplir una doble función, como cementerios y a la vez como santuarios votivos, reflejando la complejidad del pensamiento religioso púnico.

Más allá del horror que puedan inspirar, los Tophet nos hablan de una civilización profundamente espiritual, donde el vínculo entre el ser humano y la divinidad se expresaba incluso a través de la vida y la muerte de los más pequeños. En ellos, la fe, la tragedia y el misterio se funden en el humo de los sacrificios y en el silencio de las urnas que, siglos después, aún siguen interrogando a la historia.


JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.



Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con casi 17 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Hi
storia.



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Bibliografía:

Historia Antigua del Proximo Oriente y Egipto. Jasvier Cabrero Piquero y Federico Lara Peinado. Uned 2021.

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