VERDÚN Y EL SOMME: EL APOCALIPSIS EN LAS TRINCHERAS DE LA GRAN GUERRA
La Primera Guerra Mundial fue el primer gran conflicto industrializado, una guerra que desbordó todo lo conocido hasta entonces y dejó cicatrices profundas no sólo en los campos de batalla, sino también en la memoria colectiva de Europa. De entre todas sus campañas, dos nombres sobresalen por el sufrimiento, la brutalidad y la magnitud de la destrucción que generaron: Verdún y el Somme. Ambas batallas, libradas en 1916, se convirtieron en símbolos del absurdo de la guerra moderna, donde millones de hombres fueron arrojados a una carnicería sin sentido por apenas unos metros de terreno.
BATALLA DE VERDÚN. |
Verdún fue, en muchos aspectos, la personificación del infierno en la Tierra. La batalla comenzó el 21 de febrero de 1916, cuando el ejército alemán lanzó una ofensiva masiva contra las posiciones francesas en torno a la ciudad fortificada de Verdún, en el noreste de Francia. El objetivo del alto mando alemán no era necesariamente tomar la ciudad, sino provocar una sangría que desgastara hasta la extenuación al ejército francés. La estrategia se resumía en una frase escalofriante: “hacer sangrar a Francia hasta la muerte”. Durante casi diez meses, franceses y alemanes se enfrentaron en combates constantes, bajo un bombardeo artillero incesante y en unas condiciones climáticas y logísticas infernales.
La defensa francesa, liderada inicialmente por el general Philippe Pétain, convirtió la resistencia de Verdún en una cuestión de orgullo nacional. La famosa consigna “Ils ne passeront pas!” (“¡No pasarán!”) se transformó en un grito de guerra y una promesa colectiva. Para garantizar el flujo constante de tropas y suministros, se habilitó la llamada “Voie Sacrée” (la “Vía Sagrada”), una carretera por la que pasaron más de 4.000 camiones diarios. A lo largo de la batalla, ambos ejércitos se enfrentaron en un combate de desgaste demencial, en un terreno reducido convertido en un paisaje lunar por los proyectiles. Cuando la batalla terminó en diciembre de 1916, el frente apenas se había movido, pero el precio había sido atroz: más de 700.000 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos.
EL FRENTE OCCIDENTAL EN 1915-1916.
Apenas unos meses después del inicio de Verdún, en julio de 1916, comenzó otro de los grandes infiernos de la guerra: la batalla del Somme. Esta ofensiva fue lanzada por los británicos y franceses con el objetivo de aliviar la presión sobre Verdún, abrir una brecha en las líneas alemanas y romper el estancamiento del frente occidental. El primer día de la batalla, el 1 de julio, ya dejó su marca imborrable: el ejército británico sufrió casi 60.000 bajas en tan solo 24 horas, de las cuales más de 19.000 fueron muertes. Fue, y sigue siendo, el día más sangriento en la historia militar del Reino Unido.
BATALLA DEL SOMME. |
A lo largo de más de cuatro meses, los aliados avanzaron apenas una docena de kilómetros, pagando cada palmo de terreno con miles de vidas. La artillería pesada, las ametralladoras y las trincheras reforzadas por los alemanes convirtieron el campo de batalla en un matadero. La lluvia y el barro convirtieron las trincheras en auténticas cloacas infestadas de ratas y enfermedades. El Somme no sólo dejó un saldo de más de un millón de bajas entre ambos bandos, sino que también destruyó cualquier ilusión romántica de la guerra. La brutalidad de los combates, la inutilidad de muchas ofensivas y la indiferencia de los altos mandos ante las pérdidas humanas generaron una profunda desilusión entre soldados y sociedades enteras.
Tanto Verdún como el Somme marcaron un antes y un después. Fueron batallas que no se ganaron en términos tradicionales, pues no hubo avances decisivos ni victorias estratégicas claras. Fueron batallas de resistencia, de desgaste, donde la victoria consistía en seguir de pie cuando el enemigo caía de agotamiento. Pero, sobre todo, fueron batallas que evidenciaron el fracaso de una generación de líderes militares anclados en doctrinas del siglo XIX ante una guerra del siglo XX, mecanizada y deshumanizada.
El legado va más allá de sus cifras estremecedoras. Representan el culmen de una guerra de trincheras en la que la vida humana se devaluó hasta extremos impensables. Fueron un anticipo del siglo brutal que se avecinaba, con guerras aún más destructivas, pero también sirvieron como advertencia: la modernidad no garantiza el progreso humano si no va acompañada de conciencia ética.
Hoy, visitar Verdún o los campos del Somme es enfrentarse al silencio de la muerte y al peso de la historia. Monumentos, trincheras preservadas y cementerios interminables recuerdan a quienes murieron en aquellos campos, muchos de ellos sin nombre. Son lugares que invitan a la reflexión, al respeto y a no olvidar jamás el precio de la guerra.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
Hipólito de la TORRE. (coord.), Alicia ALTED, Rosa PARDO, Ángel HERRERÍN, Juan Carlos JIMÉNEZ y Alejandro VALDIVIESO: Historia Contemporánea II (1914-1989), Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2019.
Histocast 304.
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