EL ÚLTIMO REFUGIO DE MUSSOLINI: LA REPÚBLICA DE SALÓ.
En los años finales de la Segunda Guerra Mundial, mientras Europa se desgarraba entre el avance aliado y el derrumbe del Eje, Italia vivió una metamorfosis política brutal. En apenas unos meses, pasó de ser un miembro fundador del pacto tripartito a un país dividido, ocupado y enfrentado consigo mismo. El episodio más oscuro y trágico de este proceso fue la creación de un estado artificial en el norte, bajo tutela nazi, que marcaría los últimos días del fascismo italiano: la llamada República Social Italiana, conocida comúnmente por la ciudad donde se instaló su sede gubernamental, Saló.
Todo comenzó con el desembarco aliado en Sicilia, en julio de 1943. Fue un golpe demoledor para el régimen fascista. La isla fue tomada con rapidez, y el avance aliado hacia la península era inminente. Dentro de Italia, la situación se tornó insostenible. El pueblo sufría las consecuencias de una guerra que ya no entendía ni deseaba, y la élite política, temerosa del colapso total, decidió actuar. El 25 de julio de 1943, el Gran Consejo Fascista votó la destitución de Benito Mussolini, que fue arrestado por orden del rey Víctor Manuel III y apartado del poder. Se formó un nuevo gobierno bajo la dirección del mariscal Pietro Badoglio, que de inmediato inició contactos secretos con los Aliados para lograr una rendición pactada.
El armisticio se firmó en septiembre, pero su anuncio público fue un desastre. Sin una planificación clara, las tropas italianas quedaron desorganizadas y desmoralizadas, y las fuerzas alemanas aprovecharon el vacío de poder para ocupar rápidamente el norte y el centro de la península. Hitler, decidido a mantener Italia bajo control, lanzó la Operación Eiche (“roble”) para rescatar a Mussolini. El Duce fue liberado por un comando de paracaidistas alemanes liderado por Otto Skorzeny en una audaz acción en el Gran Sasso, y trasladado de inmediato a Alemania.
REPÚBLICA DE SALÓ. |
Poco después, bajo presión del propio Führer, Mussolini regresó a suelo italiano, concretamente a la región norte, donde se instauró un nuevo régimen, bajo estricta supervisión alemana. No fue una restauración del viejo poder fascista, sino una especie de teatro político: un estado sin soberanía, mantenido en pie por la presencia militar nazi, sin control real sobre el territorio que teóricamente gobernaba. Desde su sede en Saló (realmente esta no fue su sede, pero al ser la localidad del ministerio de propaganda, se asoció con la capital), a orillas del lago Garda, Mussolini trató de reconstruir su autoridad, pero su figura ya no era la del carismático dictador de los años veinte. Enfermo, envejecido y desilusionado, se convirtió en un instrumento en manos de Berlín.
Esta nueva etapa del fascismo fue, paradójicamente, más radical que la anterior. El régimen impulsó medidas violentas contra sus opositores, organizó tribunales especiales para castigar a los antiguos traidores del partido, y colaboró activamente con los nazis en la deportación de judíos italianos. Al mismo tiempo, el país se sumía en una auténtica guerra civil. Las guerrillas de partisanos se multiplicaban por todo el norte de Italia, apoyadas en parte por los Aliados, y el conflicto interno alcanzó cotas de violencia extremas. Fusilamientos, represalias, torturas y masacres se volvieron parte de la vida cotidiana.
Para la primavera de 1945, el derrumbe era inevitable. Las tropas aliadas avanzaban desde el sur y los partisanos controlaban ya muchas zonas rurales. Mussolini, viendo cercano el fin, intentó escapar hacia Suiza disfrazado de soldado alemán. Fue detenido por una brigada partisana cerca del lago Como, junto a su amante Clara Petacci. Ambos fueron ejecutados sumariamente el 28 de abril de 1945, y sus cuerpos fueron colgados en una gasolinera de Milán, en la plaza de Loreto, como símbolo de la caída del fascismo y el final de una era.
Lo ocurrido en Saló fue mucho más que una mera epílogo político. Fue la muestra del colapso total de un régimen que, despojado de su máscara propagandística, sólo pudo sostenerse mediante la violencia, la ocupación extranjera y la desesperación. Representó la muerte de una ideología que había prometido gloria y solo dejó ruinas, persecución y guerra fratricida.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 17 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
Hipólito de la TORRE. (coord.), Alicia ALTED, Rosa PARDO, Ángel HERRERÍN, Juan Carlos JIMÉNEZ y Alejandro VALDIVIESO: Historia Contemporánea II (1914-1989), Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2019.
Bosworth, R. J. B. Mussolini’s Italy: Life Under the Fascist Dictatorship, 1915–1945. Penguin Books, 2006.
Koon, Tracy H. Believe, Obey, Fight: Political Socialization of Youth in Fascist Italy, 1922–1943. University of North Carolina Press, 1985.
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