EL REINO DE DACIA: ORIGEN, ESPLENDOR Y CAÍDA ANTE ROMA.
Mucho antes de que existiera la nación rumana, en el corazón de los Cárpatos y a orillas del Danubio, floreció uno de los reinos más fieros y enigmáticos del mundo antiguo: Dacia. Su historia se entrelaza con las raíces del pueblo rumano moderno, y su enfrentamiento con Roma dejó una huella tan profunda que aún puede rastrearse en el idioma, la cultura y la identidad de toda una región.
DACIOS COMBATIENDO A ROMANOS. |
Los dacios eran un pueblo indoeuropeo emparentado con los tracios, que desde el segundo milenio antes de Cristo habitaban las regiones montañosas del este de Europa. Su cultura se desarrolló en lo que hoy son Rumanía, Moldavia y partes de Bulgaria, Hungría y Serbia. Aunque divididos en tribus autónomas, compartían una identidad común: hablaban una lengua tracia, veneraban al dios inmortal Zalmoxis, creían en la vida después de la muerte y tenían una relación profundamente religiosa con la guerra. Eran guerreros natos, expertos en el uso de la falx, una especie de espada curva devastadora en combate cuerpo a cuerpo, y poseían una rica tradición oral y espiritual.
Fue durante el siglo I a.C. cuando los dacios alcanzaron por primera vez un grado de unidad política significativa. Esta hazaña la logró Burebista, un caudillo que supo consolidar las tribus dacias bajo un único mando. Con él nació el primer Reino de Dacia propiamente dicho. Burebista no solo centralizó el poder, sino que convirtió a Dacia en una potencia regional, capaz de intervenir en los asuntos del mundo helenístico y de inquietar seriamente a la mismísima Roma. Su expansión abarcó desde los montes Tatras hasta el mar Negro, controlando rutas estratégicas y aliándose con ciudades griegas de la costa. La amenaza fue tan real que Julio César planeó una campaña contra él, interrumpida únicamente por su asesinato en el 44 a.C., el mismo año en que Burebista fue también asesinado por sus nobles.
Dacia durante el reinado de Berebistas, 82 a. C. |
A la muerte de Burebista, Dacia se fragmentó nuevamente, debilitada por luchas internas y por la falta de un liderazgo fuerte. Durante casi un siglo, el reino fue poco más que una constelación de tribus enfrentadas, sin rumbo común. Pero a finales del siglo I d.C., emergió un nuevo líder capaz de devolver la gloria al reino: Decébalo.
Decébalo fue un rey astuto, valiente y pragmático. Comprendió que la amenaza romana era inevitable y que Dacia debía fortalecerse si quería sobrevivir. Reforzó las defensas en los Montes Orăștie, modernizó su ejército con ayuda de ingenieros y mercenarios extranjeros, y reorganizó el poder político dacio. Enfrentado al emperador Domiciano, logró tras una dura guerra no solo resistir, sino firmar una paz en condiciones favorables. Roma se vio obligada a pagarle tributo, un insulto que el Senado jamás olvidó.
Cuando Trajano subió al trono imperial, la situación cambió radicalmente. El nuevo emperador era un soldado nato, y entendía que la amenaza dacia debía eliminarse de raíz. En el año 101 d.C. lanzó la primera de dos campañas militares que pasarían a la historia. Las Guerras Dacias fueron brutales. Los dacios combatieron con ferocidad, empleando su conocimiento del terreno montañoso para desgastar a las legiones romanas. Pero la maquinaria militar romana, perfeccionada durante siglos, acabó imponiéndose.
Pese a la derrota parcial, Decébalo no se rindió. Trajano regresó en el año 105 con una fuerza aún mayor. Esta vez, la ofensiva fue implacable. Roma asedió la capital dacia, Sarmizegetusa Regia, y tras una serie de asaltos logró derribar las defensas. Viéndose rodeado, Decébalo prefirió quitarse la vida antes que caer en manos del enemigo. Su suicidio, un gesto de orgullo y desafío, fue el último acto de resistencia del reino.
Con la caída de Sarmizegetusa, Dacia fue transformada en una provincia romana. Roma no escatimó en recursos para consolidar su conquista: fundó nuevas ciudades, construyó vías, puentes y fortalezas, y atrajo colonos de todos los rincones del imperio. Lo que siguió fue una intensa romanización del territorio. El oro dacio, abundante en minas como las de Alburnus Maior (actual Roșia Montană), fue explotado para financiar las campañas del Imperio y embellecer Roma. Pero más allá del saqueo material, lo que Roma dejó fue una herencia cultural duradera.
Aunque los romanos abandonaron la provincia en el siglo III, presionados por invasiones bárbaras, la huella de su presencia fue tan profunda que sobrevivió los siglos. El idioma latino se fusionó con las lenguas locales y evolucionó hasta dar origen al rumano, una lengua románica en medio de pueblos eslavos y urálicos. La identidad daco-romana se convirtió en el cimiento sobre el que se construyó, siglos después, el Estado rumano moderno.
COLUMNA DE TRAJANO. |
La historia de Dacia es, en última instancia, la historia de un pueblo que resistió con honor, cayó con dignidad y dejó un legado cultural que sobrevivió incluso al coloso que lo derrotó. Su eco resuena aún hoy en la lengua, los nombres, la memoria nacional y hasta en los monumentos de Roma, como la imponente Columna de Trajano, que relata en espiral, escena por escena, el fin de un reino y el nacimiento de otro capítulo en la historia de Europa.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
- Historia Medieval (Siglos V-XII) Editorial Universitaria Ramón Arcés. J. Donado Vara, A. Echevarría Arsuaga.
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