LOS PUEBLOS DEL MAR.

 En los albores del siglo XII a.C., el mundo conocido por las civilizaciones del Mediterráneo oriental sufrió una transformación brutal. En apenas unas décadas, imperios que habían dominado la escena durante siglos desaparecieron. Ciudades prósperas fueron arrasadas o abandonadas, las redes comerciales que conectaban Asia, África y Europa colapsaron, y las estructuras políticas centralizadas se desmoronaron sin remedio. Este colapso, que marcó el final de la Edad del Bronce, no fue un simple declive, sino una auténtica catástrofe civilizatoria.




En el corazón de este desastre emergen unas figuras tan enigmáticas como decisivas: los llamados Pueblos del Mar. Esta expresión, acuñada por los escribas egipcios y conservada en textos e inscripciones como las de Medinet Habu, hace referencia a una serie de grupos que, entre el 1200 y el 1150 a.C., irrumpieron violentamente en las costas del Mediterráneo oriental. Eran, según los registros, una mezcla de invasores, colonos y migrantes armados que llegaban en oleadas desde el mar, devastando todo a su paso.

Las fuentes egipcias, especialmente bajo el reinado de Ramsés III, describen con dramatismo la amenaza que supusieron estos pueblos. Aparecen retratados como enemigos organizados, provistos de flotas potentes y armamento sofisticado, capaces de atacar por mar y tierra, y acompañados no solo por guerreros, sino también por mujeres, niños y pertenencias: una señal clara de que no se trataba únicamente de incursiones militares, sino de movimientos migratorios masivos.

Los nombres de estos pueblos varían según las fuentes, pero entre los más mencionados se encuentran los shardana, shekelesh, denyen, lukka, teres, ekwesh, tjekker y peleset. Este último grupo, los peleset, ha sido vinculado tradicionalmente con los filisteos de la Biblia, quienes se asentaron en la costa sur de Canaán y se convirtieron en una de las principales amenazas para los israelitas durante siglos.

¿De dónde venían los Pueblos del Mar? La cuestión sigue siendo motivo de debate. Algunas teorías los sitúan en el mundo egeo, como parte de las poblaciones micénicas desestabilizadas por crisis internas, terremotos o cambios climáticos. Otras hipótesis los conectan con regiones de Anatolia occidental o incluso con los Balcanes. Es posible que muchos de estos grupos fueran mercenarios al servicio de los grandes imperios, que terminaron rebelándose y actuando por cuenta propia ante la debilidad generalizada.




Lo cierto es que su irrupción coincide con una serie de factores acumulativos que precipitaron el colapso de toda una era. A los ataques de los Pueblos del Mar se sumaron fenómenos naturales como sequías prolongadas, terremotos, epidemias, revueltas sociales internas, y una crisis estructural en las economías palaciegas, demasiado dependientes de las rutas comerciales internacionales. El resultado fue una reacción en cadena: el Imperio hitita desapareció, las ciudades micénicas de Grecia fueron abandonadas, Ugarit ardió en llamas, y hasta el poderoso Egipto, aunque logró sobrevivir militarmente, nunca recuperó su antigua gloria.

Lo que vino después fue un mundo completamente distinto. El Mediterráneo oriental quedó sumido en un largo periodo de fragmentación y oscuridad del que emergerían, siglos más tarde, nuevas civilizaciones. El vacío dejado por imperios centralizados fue ocupado por pueblos más pequeños pero resilientes: los fenicios, los arameos, los israelitas y, posteriormente, los griegos arcaicos, que reconstruirían una nueva red cultural sobre las cenizas del pasado.

El legado de los Pueblos del Mar no fue solo destructivo. Su impacto desestabilizó el orden establecido, sí, pero también favoreció el nacimiento de nuevas estructuras sociales y políticas más adaptadas a un mundo cambiante. Trajeron consigo nuevas técnicas, nuevas lenguas, nuevos elementos culturales que se mezclaron con las poblaciones locales. Fueron, en definitiva, un elemento de disrupción, pero también de transformación profunda.

En la actualidad, el misterio que los envuelve continúa fascinando a los historiadores y arqueólogos. El estudio de sus rutas, sus armas, sus asentamientos y su origen etnográfico ha abierto nuevas perspectivas sobre el final de la Edad del Bronce. Los Pueblos del Mar no fueron un simple enemigo externo: fueron parte activa de un proceso global de cambio, actores esenciales en el drama que redefinió el Mediterráneo antiguo.

Una historia sin textos propios, sin héroes conocidos, pero con una huella imborrable. Una oleada humana surgida del mar que puso fin a imperios enteros, y con ellos, a una forma de entender el mundo.



JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.



Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con casi 15 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.




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Bibliografía:

Historia Antigua del Proximo Oriente y Egipto. Jasvier Cabrero Piquero y Federico Lara Peinado. Uned 2021.


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