LA CONQUISTA ROMANA DE ARABIA PÉTREA.

 

Pocos episodios en la vasta historia del Imperio romano combinan tan sutilmente estrategia política, ambición económica y diplomacia camuflada bajo la expansión militar como la conquista de Arabia Pétrea en el año 106 d.C. Este movimiento, llevado a cabo bajo el reinado del emperador Marco Ulpio Trajano, no fue una conquista de espadas y asedios al uso, como las campañas en Germania o las guerras dacias. Fue, más bien, una absorción quirúrgica, silenciosa, pero enormemente significativa para los intereses comerciales y geopolíticos de Roma en Oriente Próximo.


Rutas comerciales del antiguo Medio Oriente
Rutas comerciales del antiguo Medio Oriente.


El reino nabateo: guardianes del comercio del desierto

Para comprender la importancia de esta anexión, es necesario mirar primero al corazón del reino que Roma se proponía dominar: el reino nabateo, con su capital en la mítica ciudad de Petra. Situada en lo que hoy es Jordania, Petra era mucho más que una joya arquitectónica excavada en la roca rosada del desierto; era el centro de una red de rutas caravaneras que conectaban el sur de Arabia con Siria, Egipto y el Mediterráneo. Por sus calles pasaban caravanas cargadas de incienso, mirra, especias, tejidos, piedras preciosas y productos exóticos llegados del Lejano Oriente y de África.

Los nabateos, pueblo de origen semita que había prosperado gracias a su dominio de la logística comercial en regiones áridas, no solo sabían sobrevivir en el desierto; sabían enriquecerse en él. Su reino se había consolidado como un actor regional influyente desde el siglo IV a.C., con una habilidad extraordinaria para negociar, adaptarse y, cuando era necesario, resistir a las potencias que codiciaban su riqueza. Roma lo sabía, y por ello la anexión del reino no fue una decisión improvisada.


Mapa del reino nabateo en su máxima extensión, cerca del 85 a. C..
Mapa del reino nabateo en su máxima extensión, cerca del 85 a. C..



La muerte del rey Rabel II y la intervención de Roma

El momento clave llegó en el año 106 d.C., cuando murió el rey Rabel II Soter, último monarca nabateo. La dinastía carecía de un heredero fuerte o de una estructura política capaz de resistir la presión romana. La situación ofrecía una oportunidad perfecta para el emperador Trajano, quien no dudó en actuar con rapidez. En lugar de instalar un soberano cliente —una táctica común en otras regiones del Imperio—, Trajano optó por una anexión directa y total del territorio nabateo.

Las fuentes antiguas, como Dión Casio y algunos pasajes de inscripciones latinas, sugieren que la operación fue más una integración que una conquista violenta. No hubo grandes batallas, ni largos asedios, ni resistencia masiva. El ejército romano simplemente ocupó el territorio, estableciendo presencia militar y administrativa en puntos clave como Petra y Bostra, esta última situada más al norte, en la actual Siria, que se convertiría en la nueva capital provincial.

Nace Arabia Pétrea: una nueva provincia imperial

La antigua tierra de los nabateos se transformó oficialmente en la provincia de Arabia Pétrea (Provincia Arabia). Esta nueva unidad administrativa se extendía desde el sur de Siria hasta el norte del actual Arabia Saudí, incluyendo partes de Jordania y Palestina. La elección del nombre “Pétrea” (de “pétros”, piedra en griego) aludía no solo al paisaje rocoso de la región, sino claramente a Petra, su antigua capital y símbolo de poder.

Para consolidar la presencia romana en este territorio recién adquirido, Trajano mandó construir una infraestructura clave: la Vía Nova Traiana, una gran calzada imperial que unía Bostra con Aqaba, en el mar Rojo. Esta vía no solo facilitaba el movimiento de tropas y mercancías, sino que integraba a la Arabia romana dentro del vasto sistema de comunicaciones imperiales, asegurando el control de las rutas comerciales del desierto.

En paralelo, se fundaron campamentos militares, se instalaron guarniciones y se iniciaron reformas administrativas. La romanización del territorio, aunque limitada, comenzó a notarse en arquitectura, inscripciones públicas y moneda. Los templos nabateos coexistieron durante un tiempo con los nuevos centros cívicos romanos, en una convivencia que, al menos inicialmente, fue más simbiótica que conflictiva.

PROVINCIA DE ARABIA PETREA
Un mapa del Imperio Romano, en su mayor extensión, que muestra el territorio de las conquistas nabateas de Trajano en rojo.


Arabia Pétrea: frontera oriental y eje comercial

Contrario a lo que podría pensarse, la provincia de Arabia no fue una tierra marginal o periférica. Su valor era doble: estratégico y económico. Estratégico porque ofrecía un colchón natural frente a las tribus árabes y a los partos, enemigos tradicionales de Roma en Oriente. Económico porque garantizaba el control sobre las rutas que llevaban productos del mar Rojo al Mediterráneo, reforzando la conexión entre Egipto, Siria y Mesopotamia.

Bajo los emperadores sucesores, Arabia Pétrea se mantuvo como una provincia estable. Petra conservó cierta importancia cultural y comercial, aunque poco a poco su protagonismo decayó frente a otras ciudades como Bostra, más conectada con las rutas del norte. Durante los siglos II y III, Arabia siguió siendo una región clave, tanto para la defensa del limes oriental como para el flujo de bienes.

No fue sino hasta las grandes crisis del siglo III y la presión constante de las tribus árabes nómadas cuando Arabia comenzó a perder su papel central. Aun así, su romanización dejó una huella profunda. La monumentalidad de Petra, la red de calzadas, los fuertes fronterizos y la integración en el imaginario imperial son prueba de que, aunque olvidada por muchos, la conquista de Arabia Pétrea fue uno de los movimientos geopolíticos más inteligentes del Imperio romano.

Legado: la huella romana en el desierto

Hoy, al contemplar las ruinas de Petra, es fácil admirar el arte nabateo, su delicada arquitectura esculpida en piedra viva. Pero entre esas ruinas también pueden rastrearse los pasos de Roma: inscripciones en latín, columnas de estilo corintio, trazados urbanos rectilíneos y restos de fortalezas romanas. Incluso el idioma y la administración dejaron rastros perdurables en la región.

La conquista de Arabia Pétrea es, en última instancia, una muestra del poder silencioso de Roma: su capacidad para absorber sin destruir, para conquistar sin necesidad de guerras sangrientas, y para extender su red de control desde las selvas de Germania hasta las arenas del desierto arábigo. No fue una hazaña heroica al estilo de las guerras púnicas ni una epopeya sangrienta como las campañas dacias, pero fue, sin duda, una conquista que cambió el equilibrio del poder en el Oriente romano.



JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.


Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.



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Bibliografía:

Millar, Fergus. The Roman Near East, 31 BC–AD 337. Harvard University Press, 1993.

Bowersock, Glen W. Roman Arabia. Harvard University Press, 1983.

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