EL ASEDIO ÁRABE A CONSTANTINOPLA (717-718): CUANDO EL FUEGO GRIEGO SALVÓ AL IMPERIO BIZANTINO
En el año 717, el Imperio Bizantino enfrentó uno de los momentos más críticos de su historia. Constantinopla, la capital imperial, la ciudad que durante siglos había resistido a bárbaros, persas, eslavos y búlgaros, volvía a estar bajo amenaza. Esta vez, el enemigo era formidable: el Califato Omeya, en la cúspide de su poder y expansión, había decidido lanzar un asalto total para conquistar la ciudad y eliminar al Imperio Bizantino como último gran bastión cristiano en Oriente.
El contexto geopolítico era alarmante. El Imperio Bizantino había perdido vastos territorios en décadas anteriores. Siria, Egipto y el norte de África habían caído ante el empuje del islam, y la península ibérica ya se encontraba bajo dominio musulmán desde 711. Los omeyas veían a Constantinopla no solo como un premio político y militar, sino como una puerta simbólica para legitimar su dominio universal. Conquistar la capital de los romanos orientales significaba asestar un golpe definitivo a la civilización grecorromana cristiana.
EXPANSIÓN DEL ISLAM. |
El califa Sulaymán ibn Abd al-Malik, convencido de que había llegado el momento de consumar esta victoria histórica, organizó una expedición sin precedentes. El mando fue entregado a su primo, el general Maslama ibn Abd al-Malik, un experimentado comandante. Reunió un ejército de entre 80.000 y 120.000 hombres, acompañado de una flota compuesta por cientos de barcos. Esta campaña fue meticulosamente planificada, con líneas de suministro, tropas de apoyo y pactos con pueblos enemigos de Bizancio, como los búlgaros.
Cuando la amenaza se cernía sobre Constantinopla, el trono imperial bizantino atravesaba una situación inestable. El emperador Teodosio III abdicó tras una breve negociación, y fue entonces cuando un estratega de origen isáurico, León, fue proclamado emperador. Así nació el reinado de León III, un líder enérgico, pragmático y profundamente consciente de la gravedad del momento.
Apenas ascendió al trono, León III se encargó de organizar la defensa de la capital. Constantinopla estaba protegida por las legendarias murallas de Teodosio, un sistema de defensa triple que había resistido múltiples asedios desde el siglo V. Estas murallas eran el símbolo de la resistencia bizantina, pero no bastaban por sí solas para detener a una fuerza tan colosal como la que traían los omeyas. León reorganizó las defensas, reforzó las guarniciones, acumuló víveres y gestionó la moral de la población, que sabía que enfrentaba una amenaza existencial.
El cerco comenzó oficialmente en agosto de 717. La ciudad fue rodeada por tierra y por mar. Maslama estableció campamentos en Galípoli y Tracia, cortando el acceso terrestre, mientras la flota omeya bloqueaba el estrecho del Bósforo y trataba de impedir cualquier comunicación o abastecimiento por mar. La situación parecía insostenible para los bizantinos.
ASEDIO DE CONSTANTINOPLA. |
Pero fue entonces cuando Bizancio reveló su arma secreta: el fuego griego. Esta sustancia inflamable, cuya composición exacta sigue siendo un misterio, podía arder sobre el agua y se lanzaba mediante tubos presurizados desde los barcos bizantinos. Al enfrentarse con la flota enemiga, los dromones bizantinos utilizaron el fuego griego con una eficacia devastadora. Las llamas se esparcieron por las naves árabes, que fueron consumidas rápidamente. La moral omeya sufrió un golpe inmediato, y la presión naval se redujo considerablemente.
El asedio continuó durante todo el otoño y el invierno. El invierno de 717-718 fue particularmente cruel. Las temperaturas bajaron drásticamente, y la nieve cubrió los campamentos árabes. Las provisiones comenzaron a escasear, y las enfermedades se propagaron entre las filas del ejército musulmán. Se estima que decenas de miles de soldados murieron por el frío, el hambre y las pestes. Los intentos de asaltar las murallas fracasaron una y otra vez, enfrentándose a defensores desesperados pero bien organizados.
En la primavera de 718, los omeyas intentaron un segundo esfuerzo, enviando una nueva flota desde Egipto y el Levante. Pero esta también fue interceptada y destruida por los bizantinos, nuevamente mediante el uso del fuego griego. Además, los búlgaros, antiguos enemigos de Bizancio, atacaron la retaguardia árabe en coordinación con León III, infligiendo más pérdidas a Maslama.
Finalmente, en agosto de 718, tras trece meses de sitio, los restos del ejército omeya se retiraron. Constantinopla había resistido. No solo había salvado su existencia, sino que había detenido, una vez más, el avance del islam hacia Europa oriental. Este fracaso marcó un punto de inflexión en la expansión omeya, que comenzaría a declinar en las décadas siguientes.
BARCOS BIZANTINOS DISPARANDO FUEGO GRIEGO. |
La victoria tuvo efectos trascendentales. León III consolidó su poder y dio inicio a reformas internas, incluidas las polémicas políticas iconoclastas. En el plano internacional, la resistencia bizantina reforzó la idea de Constantinopla como baluarte de la cristiandad oriental. Europa occidental, aunque ajena al conflicto directo, también respiró aliviada.
El asedio de Constantinopla en 717-718 es uno de los episodios más significativos de la historia medieval. No solo por su dramatismo y duración, sino por lo que estaba en juego. Si la ciudad hubiese caído, el mapa político y religioso de Europa podría haber cambiado radicalmente. Fue, en muchos sentidos, una de las grandes victorias defensivas de la historia.
Aún hoy, cuando se contemplan las antiguas murallas de Estambul, uno puede imaginar los ecos de aquella lucha titánica: el estruendo de las catapultas, el rugido del fuego griego, los gritos de soldados desesperados y la determinación de una civilización que se negó a desaparecer.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
Historia Medieval (Siglos V-XII) Editorial Universitaria Ramón Arcés. J. Donado Vara, A. Echevarría Arsuaga.
Treadgold, Warren. A History of the Byzantine State and Society. Stanford University Press, 1997.
Haldon, John. Byzantium in the Seventh Century: The Transformation of a Culture. Cambridge University Press, 1997.
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