FLAVIO BELISARIO.














Flavio Belisario (c. 500-565) fue uno de los más grandes generales del Imperio romano de oriente, conocido por sus destacadas campañas militares bajo el emperador Justiniano I. Sus acciones militares consolidaron las fronteras del imperio, derrotaron a importantes enemigos y lograron la efímera restauración de territorios del antiguo Imperio Romano Occidental. Su habilidad estratégica, junto con su lealtad y la intrincada relación con la corte de Constantinopla, lo convierten en una figura crucial para entender la política y la historia militar de la época.
Belisario nació en Germania, una región de la provincia de Iliria. Su origen no era noble, pero su talento en las armas le ganó la confianza de Justiniano, entonces aún un joven príncipe y futuro emperador. Tras el ascenso de Justiniano al trono en 527, Belisario fue ascendido al rango de magister militum, el comandante en jefe de los ejércitos orientales, a pesar de su juventud.


LA CAMPAÑA DE PERSIA








El conflicto entre los bizantinos y los persas sasánidas era un enfrentamiento de larga duración que había comenzado siglos antes, durante la época del Imperio romano. En el siglo VI, bajo el gobierno de Kavad I y su sucesor, Cosroes I, el Imperio Sasánida era un enemigo formidable. Justiniano I, que aspiraba a consolidar su poder en todas las fronteras del Imperio bizantino, estaba igualmente determinado a mantener el control en el este.

Belisario, uno de los generales más brillantes de Justiniano, fue enviado como magister millitum de Oriente a liderar las fuerzas bizantinas en esta campaña, comenzando su carrera militar, lo que le permitió demostrar su habilidad estratégica desde temprano.

El estallido de las hostilidades entre Bizancio y Persia se centró inicialmente en el Reino de Iberia (actual Georgia), un estado fronterizo que había sido parte de la órbita romana y luego sasánida. El rey de Iberia pidió ayuda a Justiniano, lo que llevó a una guerra prolongada entre los dos imperios.

La Batalla de Dara es uno de los episodios más conocidos de las campañas persas de Belisario y una de sus primeras victorias significativas. Dara, una fortaleza bizantina en la frontera oriental, era una posición clave para la defensa contra los persas. En 530, un gran ejército persa, bajo el mando del general Firouz, se dirigió hacia Dara para asediarla y abrirse paso en el territorio bizantino.








Belisario, consciente de la superioridad numérica del ejército persa, organizó una defensa magistral. Cavó trincheras delante de sus tropas para proteger su flanco, y situó a su caballería pesada (catafractos) en posiciones estratégicas. Durante la batalla, la habilidad táctica de Belisario permitió que los bizantinos resistieran los embates persas y finalmente contraatacaran. Los persas fueron derrotados con grandes pérdidas, lo que elevó el prestigio de Belisario.

Tras la victoria en Dara, los persas buscaron vengarse y el conflicto continuó. En 531, Belisario se enfrentó a los persas en la Batalla de Calinico, cerca del río Éufrates. Aunque no fue una derrota decisiva para Bizancio, la batalla terminó en un empate desfavorable y Belisario se retiró. La batalla demostró que, aunque hábil, el general no siempre podía superar las dificultades logísticas y numéricas que enfrentaba en estas campañas.

Tras varios años de guerra, ambos imperios estaban exhaustos. La muerte del rey persa Kavad I y la llegada de Cosroes I al trono facilitó la posibilidad de una paz negociada. En 532, se firmó un acuerdo conocido como la "Paz Eterna". Justiniano acordó pagar un tributo considerable a Persia a cambio de que Cosroes cesara las hostilidades en la frontera oriental.

Esta paz fue crucial para Justiniano, ya que le permitió desviar recursos y atención a sus ambiciosas campañas en Occidente, incluidas las guerras contra los vándalos en África y los ostrogodos en Italia. Para Belisario, la paz marcó el fin de su primera serie de campañas importantes y le permitió redirigir su talento a otras partes del imperio.


LA REVUELTA DE NIKA.


La Revuelta de Nika fue uno de los episodios más dramáticos y peligrosos para el reinado de Justiniano I. Ocurrió en Constantinopla en enero de 532 y representó una de las crisis internas más graves que enfrentó el Imperio Bizantino. Durante varios días, la capital fue tomada por la violencia y el caos, poniendo en riesgo el gobierno de Justiniano. Fue gracias a la intervención decisiva del general Flavio Belisario que el emperador logró sofocar la rebelión y consolidar su poder.
La revuelta surgió de una compleja combinación de tensiones políticas, sociales y económicas, exacerbadas por las rivalidades de las facciones que competían en las carreras de carros del Hipódromo de Constantinopla. Las facciones principales eran los azules y los verdes, grupos que originalmente solo estaban vinculados a los espectáculos del hipódromo, pero que con el tiempo habían adquirido importancia política.

Los azules y los verdes eran más que simples aficionados a los deportes. Cada grupo representaba intereses sociales y políticos diferentes: los azules eran generalmente apoyados por la aristocracia y las clases más ricas, mientras que los verdes eran el grupo de las clases más bajas. La rivalidad entre estas facciones solía derivar en violencia, y sus seguidores tenían influencia en la política imperial.
El Imperio bizantino atravesaba un período de dificultades económicas debido a los elevados impuestos impuestos por Justiniano para financiar sus guerras y ambiciosos proyectos de construcción, como la reconstrucción de Hagia Sophia. Estos impuestos generaron resentimiento tanto entre las clases populares como entre los nobles, creando un ambiente de creciente hostilidad hacia el gobierno.
A lo anterior se sumaron las luchas internas dentro de la corte bizantina, donde varios miembros de la aristocracia y altos funcionarios estaban descontentos con las reformas legales y administrativas de Justiniano, así como con su estilo autoritario.

En 532, la combinación de estas tensiones estalló tras un incidente en el hipódromo. Dos miembros de las facciones, uno de los verdes y otro de los azules, fueron arrestados por asesinato. A pesar de los intentos de ambas facciones de obtener su liberación, Justiniano mantuvo la condena, lo que avivó la ira de los seguidores de ambos bandos.

El 13 de enero de 532, durante una carrera en el hipódromo, los seguidores de los verdes y los azules se unieron, algo inusual dada su rivalidad, y comenzaron a gritar "Nika" ("Victoria" o "Conquista") como señal de desafío al emperador. Lo que comenzó como una protesta se transformó rápidamente en una rebelión a gran escala.

Los disturbios se extendieron rápidamente desde el hipódromo a toda la ciudad de Constantinopla. Durante cinco días, la capital fue escenario de incendios, saqueos y destrucción generalizada. Los rebeldes, encolerizados, quemaron numerosos edificios, incluidos el Senado y la Iglesia de Hagia Sophia, el principal centro religioso del Imperio, que sería reconstruida más tarde en su forma actual como una obra maestra de la arquitectura bizantina.








Los nobles descontentos aprovecharon la situación para conspirar contra Justiniano. Los rebeldes proclamaron a Hipatio, un sobrino del antiguo emperador Anastasio I, como el nuevo emperador. La situación parecía insostenible para Justiniano, quien llegó a considerar la posibilidad de huir de la ciudad.
La situación llegó a un punto crítico cuando Justiniano, aconsejado por algunos de sus ministros, estuvo a punto de abdicar y abandonar Constantinopla. Sin embargo, la emperatriz Teodora desempeñó un papel crucial en persuadir a Justiniano de quedarse y luchar. Se dice que pronunció la famosa frase: "El trono es un glorioso sepulcro", dejando claro que prefería morir como emperatriz antes que huir.

Justiniano tomó una decisión audaz y encargó a sus generales más leales, Flavio Belisario y Mundus, que sofocaran la revuelta por la fuerza.
Mientras la ciudad estaba en caos, Justiniano planeó un ataque coordinado contra los rebeldes. Envió a Belisario y Mundus, ambos con tropas de élite, para tomar el control del hipódromo, donde gran parte de los rebeldes se había congregado para apoyar a Hipatio.

Belisario entró al hipódromo con sus tropas, bloqueando todas las salidas, y procedió a atacar a los rebeldes en su interior. Se estima que entre 30,000 y 40,000 personas murieron en la masacre, poniendo fin a la revuelta de manera brutal y efectiva.

Hipatio y otros líderes rebeldes fueron arrestados y ejecutados poco después. Justiniano, habiendo recuperado el control de la ciudad, castigó a los conspiradores con dureza.




LA GUERRA CONTRA LOS VÁNDALOS.


La guerra contra los vándalos es una de las campañas más emblemáticas en la carrera militar de Flavio Belisario y en los esfuerzos del emperador Justiniano I por restaurar el antiguo Imperio romano. Esta campaña no solo resultó en la derrota del Reino vándalo en el norte de África, sino que también restauró el control bizantino sobre la rica provincia de Cartago, que había sido una parte vital del Imperio romano occidental antes de su caída.

El Reino vándalo, fundado por la tribu germánica de los vándalos bajo el liderazgo de su rey Genserico en el siglo V, había establecido su dominio en el norte de África tras saquear Roma en 455. Bajo estos, el norte de África, una de las regiones más ricas del antiguo Imperio, se separó y se convirtió en un reino independiente que controlaba el comercio y las rutas marítimas del Mediterráneo occidental.

Para Justiniano, la reconquista de estos territorios era un paso esencial en su ambición de restaurar el Imperium romanum en Occidente. En 533, decidió enviar una expedición militar a África liderada por Belisario, quien ya había demostrado su valía en las guerras contra Persia y en la Revuelta de Nika.
Varias razones motivaron la campaña de Justiniano contra los vándalos: Ambición Imperial de Justiniano, que aspiraba a recuperar los territorios del antiguo Imperio romano occidental, y el Reino Vándalo, debilitado por conflictos internos, parecía una presa fácil para sus planes expansionistas. Inestabilidad en el Reino Vándalo, ya que en los años previos a la invasión, el reino había sido sacudido por luchas internas por el poder. El rey Hilderico, que favorecía a los cristianos nicenos (la rama cristiana dominante en Bizancio), fue depuesto por su primo Gelimero en 530. Esto le proporcionó a Justiniano un pretexto para intervenir, ya que Hilderico había sido aliado de Bizancio y su derrocamiento fue visto como una oportunidad para justificar la invasión.

El Control del Mediterráneo Occidental en el que los vándalos controlaban varias islas estratégicas, como Córcega, Cerdeña y las Baleares, que eran cruciales para el comercio y la seguridad marítima de Bizancio. Restaurar el control bizantino sobre estas rutas era vital para la economía y el poder del imperio.
En el verano de 533, Justiniano envió a Belisario con una fuerza relativamente pequeña, alrededor de 15,000 soldados, una mezcla de infantería y caballería, acompañados por unos 5,000 marinos. Aunque era un ejército modesto para una campaña de tal envergadura, Belisario confiaba en su habilidad táctica y en la sorpresa para lograr el éxito.

La flota bizantina navegó desde Constantinopla y cruzó el Mediterráneo sin ser detectada por los vándalos, lo que permitió a Belisario desembarcar en la costa africana cerca de Caput Vada (actual Túnez). Este desembarco inicial fue sorprendentemente pacífico, ya que Gelimero, el rey vándalo, había enviado la mayor parte de sus fuerzas a sofocar una revuelta en Cerdeña, dejando África mal defendida.

Belisario y su ejército marcharon hacia Cartago, la capital del reino, sin enfrentar una resistencia seria al principio. En lugar de saquear el campo, como era común en la época, Belisario ordenó a sus tropas que respetaran a la población local, lo que ayudó a ganar el apoyo de la población romana y a mantener el orden.
La primera gran confrontación entre los bizantinos y los vándalos tuvo lugar en Ad Decimum, a unas 16 kilómetros al sur de Cartago. Gelimero, que había regresado apresuradamente de Cerdeña al enterarse de la invasión, intentó tender una emboscada a Belisario. Sin embargo, la habilidad táctica del general bizantino y la descoordinación entre las fuerzas vándalas le permitieron prevalecer.
Durante la batalla, el hermano de Gelimero, Amatas, fue asesinado, lo que desmoralizó a los vándalos. Aunque Gelimero logró infligir algunas bajas a los bizantinos, no pudo mantener el campo de batalla y las fuerzas vándalas se dispersaron. Belisario, tras la victoria, avanzó rápidamente hacia Cartago, que fue tomada sin resistencia.

Después de la captura de Cartago, Gelimero intentó reorganizar sus fuerzas y lanzó un nuevo ataque contra Belisario. La batalla decisiva tuvo lugar en Tricamerón, unos 30 kilómetros al oeste de Cartago. Gelimero reunió a sus últimas tropas para enfrentarse a los bizantinos.

A pesar de su desesperada resistencia, los vándalos fueron derrotados nuevamente. La caballería pesada bizantina, los catafractos, jugó un papel crucial en desbaratar las líneas vándalas, y la disciplina de las tropas de Belisario fue superior a la de los vándalos, que estaban debilitados tras años de inestabilidad interna.

Tras esta derrota, Gelimero huyó a las montañas, donde finalmente fue capturado por las fuerzas bizantinas a principios de 534. Gelimero fue llevado como prisionero a Constantinopla, donde Justiniano lo exhibió en un desfile triunfal, siguiendo la antigua tradición romana.

Gracias a estas victorias, se consiguió la restauración del control Bizantino en el Norte de África, con la derrota de los vándalos, el Imperio bizantino recuperó el control de Cartago y de las antiguas provincias romanas del norte de África, que incluían no solo la actual Túnez, sino también partes de Argelia y Libia. Estas regiones eran vitales para el suministro de grano y otros recursos, lo que fortaleció la posición económica de Bizancio.










La victoria de Belisario también marcó el fin del Reino vándalo, que había sido una potencia en el Mediterráneo occidental durante casi un siglo. Los vándalos, que habían devastado partes del Imperio romano occidental y saqueado Roma en 455, fueron absorbidos en el Imperio bizantino.

Además, la rápida y decisiva victoria de Belisario consolidó su reputación como uno de los más grandes generales bizantinos. La guerra contra los vándalos mostró no solo su capacidad estratégica, sino también su habilidad para mantener la disciplina y el orden en una campaña militar. Belisario fue recibido en Constantinopla como un héroe y se le otorgó el honor de un triunfo, una ceremonia romana de enorme prestigio.

Sin embargo, aunque la victoria fue decisiva, el control bizantino sobre África no estuvo libre de dificultades. En las décadas siguientes, las continuas incursiones bereberes y la resistencia local hicieron que la región fuera difícil de administrar, y la presencia militar bizantina tuvo que ser reforzada repetidamente.
La guerra contra los vándalos fue una de las primeras grandes victorias en la política de Justiniano de restaurar el Imperio romano de Occidente, conocida como la Renovatio Imperii. Aunque la campaña fue un éxito, el esfuerzo militar y económico necesario para mantener el control sobre África, junto con las futuras campañas en Italia, agotaron los recursos del imperio.




LA CONQUISTA DE ITALIA.


La conquista de Italia por el Imperio bizantino, también conocida como la Guerra Gótica, fue uno de los episodios más importantes en los esfuerzos del emperador Justiniano I por restaurar el antiguo Imperio Romano de Occidente. Liderada inicialmente por el general Flavio Belisario y luego por Narsés, esta guerra supuso la derrota del Reino Ostrogodo que había gobernado Italia desde la caída del Imperio romano Occidental en 476. A pesar de sus éxitos militares, la guerra tuvo consecuencias devastadoras para la península itálica.

Después de la caída del Imperio romano de Occidente, los ostrogodos, una tribu germánica liderada por el rey Teodorico el Grande, establecieron un reino en Italia que mantenía una relación ambigua con el Imperio bizantino. Aunque Teodorico gobernaba de manera autónoma, nominalmente respetaba la autoridad del emperador en Constantinopla. Sin embargo, con la muerte de Teodorico en 526 y la sucesión de reyes menos competentes, el equilibrio de poder comenzó a desmoronarse.

Justiniano, tras su éxito en la reconquista del norte de África durante la Guerra contra los vándalos (533-534), vio una oportunidad para recuperar Italia y restaurar el dominio imperial en Occidente. La guerra comenzó oficialmente en 535, cuando Justiniano envió a Belisario para iniciar la campaña en Italia, viendo la oportunidad debido a La debilidad del Reino Ostrogodo, ya que tras la muerte de Teodorico, su nieto Atalarico asumió el trono, pero murió a una edad temprana, lo que dejó a su madre, Amalasunta, como regente. Amalasunta intentó mantener buenas relaciones con Bizancio, pero fue asesinada por su primo Teodato, quien asumió el trono. Este hecho le dio a Justiniano un pretexto para intervenir en los asuntos de Italia. Además, Italia seguía siendo un centro espiritual del cristianismo, con Roma como sede del papado. Justiniano, como defensor del cristianismo ortodoxo, también quería asegurar el control sobre Roma y proteger a la Iglesia de cualquier influencia ostrogoda.

En 535, Justiniano envió a Belisario, su general más confiable, para comenzar la invasión. Belisario ya había demostrado sus habilidades en la guerra contra los vándalos en África, y su éxito en Italia consolidaría aún más su reputación como uno de los mejores generales de la antigüedad.

La campaña comenzó con la conquista de Sicilia, que cayó rápidamente en manos de los bizantinos en 535. Sicilia, con su proximidad estratégica a Italia, fue utilizada como base de operaciones para las posteriores invasiones del continente.
Tras la victoria en Sicilia, Belisario se dirigió hacia la península y capturó Nápoles en 536, tras un asedio que mostró su habilidad estratégica y táctica. Desde allí, avanzó hacia Roma, la antigua capital del Imperio. Roma fue tomada en diciembre de 536, en un movimiento decisivo que llevó a la retirada de Teodato, quien fue asesinado por sus propios soldados.

El nuevo rey ostrogodo, Vitiges, intentó recuperar Roma y la sitió durante más de un año. Sin embargo, Belisario, con una guarnición relativamente pequeña, defendió la ciudad con éxito, utilizando su astucia militar para mantener a raya a los ostrogodos y asegurarse de que los refuerzos bizantinos pudieran llegar.
Tras resistir el asedio de Roma, Belisario continuó su campaña hacia el norte. En 540, logró tomar la ciudad de Rávena, la capital del Reino Ostrogodo. Vitiges fue capturado y enviado a Constantinopla como prisionero, lo que parecía poner fin a la guerra con una victoria decisiva para Bizancio.

Aunque la captura de Rávena fue un triunfo, la guerra estaba lejos de terminar. En 541, los ostrogodos encontraron un nuevo líder en Totila, un comandante carismático que reorganizó las fuerzas ostrogodas y lanzó una contraofensiva.
Totila demostró ser un líder excepcional. Reconquistó gran parte de Italia, incluida Roma, que fue tomada por los ostrogodos en 546. Belisario, que había sido llamado de vuelta a Italia por Justiniano en 544, se encontró con problemas logísticos y una falta de recursos, lo que le impidió detener el avance de Totila.
A pesar de sus esfuerzos, Belisario no pudo lograr una victoria decisiva contra Totila. En 549, fue llamado de regreso a Constantinopla, dejando a Italia nuevamente bajo el control ostrogodo en muchas áreas. Finalmente, en 551, Justiniano envió un nuevo general, Narsés, para terminar la guerra. A diferencia de Belisario, Narsés recibió más recursos y tropas para la campaña.

Se enfrentó a Totila en la Batalla de Taginae (también conocida como la Batalla de Busta Gallorum) en 552. En esta batalla decisiva, las fuerzas bizantinas derrotaron a los ostrogodos y Totila fue asesinado. La muerte de Totila marcó el principio del fin de la resistencia ostrogoda.

Los restos de las fuerzas ostrogodas, ahora bajo el mando de Teías, fueron finalmente derrotados en la Batalla del Monte Lactario en 553. Esta victoria aseguró el control bizantino sobre Italia.
Tras la derrota de los ostrogodos, algunos grupos rebeldes continuaron la resistencia, pero Narsés los sometió en campañas posteriores. En 554, Justiniano promulgó la Pragmática Sanción, que reorganizaba la administración de Italia bajo el control imperial.

Aunque Bizancio logró recuperar Italia, la guerra tuvo un costo devastador para la península. Las ciudades fueron saqueadas y gran parte del campo quedó en ruinas. Italia quedó económicamente debilitada y con una población reducida debido a las continuas batallas, los asedios y la destrucción generalizada.
La administración del territorio resultó difícil. Los lombardos, otra tribu germánica, invadirían Italia en 568, solo catorce años después del final de la guerra, estableciendo su propio reino y arrebatando gran parte de la península al control bizantino.

La guerra fue costosa no solo para Italia, sino también para el Imperio Bizantino. Las extensas campañas de Justiniano, que incluían la guerra contra los persas en el este y la reconquista de África y España, agotaron las arcas del imperio. Aunque Justiniano logró reconquistar gran parte del antiguo Imperio romano occidental, estos territorios fueron difíciles de retener y defender.










La guerra gótica marcó el fin del Reino Ostrogodo en Italia. Los ostrogodos, que habían sido una fuerza importante en la política de Europa occidental desde la caída del Imperio romano, desaparecieron como entidad política tras su derrota.
La Guerra Gótica fue un intento ambicioso de restaurar la gloria del Imperio Romano en Occidente, y aunque Bizancio logró reconquistar Italia, los costos fueron inmensos. La península quedó devastada, y las tensiones internas y externas continuaron debilitando el control bizantino en la región.

Para Justiniano, la reconquista de Italia fue uno de los logros más importantes de su reinado, pero para Italia, la guerra marcó el comienzo de siglos de inestabilidad y fragmentación política. La campaña, junto con otras victorias de Justiniano, quedó como un símbolo de la determinación imperial de restaurar la grandeza romana, aunque a un costo considerable.




LA SEGUNDA CAMPAÑA DE PERSIA.







En 540, mientras Belisario estaba ocupado en la campaña de Italia, Persia, bajo el gobierno del rey Cosroes I (Khosrow I), invadió el territorio bizantino. Cosroes aprovechó el momento en que Bizancio estaba centrado en sus guerras en Occidente (Italia y África), lanzando ataques al este. En ese año, el ejército persa atacó y saqueó la ciudad de Antioquía, una de las más importantes del Imperio bizantino en el Oriente.

Debido a la gravedad de la situación, Justiniano decidió enviar a Belisario nuevamente al frente oriental en 541 para enfrentar a los persas. Aunque Belisario había estado logrando g
randes victorias en Occidente, su habilidad era necesaria en el frente oriental.

Belisario llegó al frente oriental en 541, encontrándose con una situación complicada. Cosroes estaba avanzando con éxito y había saqueado varias ciudades importantes. Sin embargo, el conflicto en esta fase se caracterizó más por escaramuzas y pequeñas campañas, en lugar de grandes batallas decisivas.
Uno de los problemas que enfrentó fue la falta de recursos y tropas suficientes. Justiniano había enviado a Belisario sin un gran ejército, lo que limitó sus posibilidades de lograr victorias decisivas. Además, las guerras en múltiples frentes y la presión financiera sobre el imperio afectaron la logística y el suministro de refuerzos para el ejército.

Belisario se destacó por su capacidad defensiva y su habilidad para evitar grandes desastres contra las fuerzas superiores persas. En lugar de buscar una confrontación directa con el gran ejército persa, optó por estrategias defensivas que protegieran las ciudades y los territorios bizantinos de las incursiones de Cosroes.

Además, participó en negociaciones diplomáticas con Persia. Aunque no logró una paz definitiva, su habilidad para negociar y frenar el avance persa permitió ganar tiempo para el Imperio Bizantino y evitar que las conquistas persas se expandieran aún más.

En 545, después de algunos años de lucha defensiva en Persia, Belisario fue llamado de regreso a Constantinopla. En este periodo, se acordó una tregua temporal con los persas, aunque la paz sería inestable en los años siguientes. Tras su regreso, Belisario fue nuevamente enviado a Italia para intentar detener la ofensiva ostrogoda bajo Totila.

La campaña de Belisario en Persia fue menos gloriosa que sus campañas en Italia y África debido a las circunstancias. Se encontró luchando en un frente difícil, con recursos limitados y bajo la constante presión de un enemigo fuerte como el Imperio sasánida. Sin embargo, su capacidad para contener a los persas y evitar derrotas importantes mostró una vez más su habilidad como estratega defensivo.
El conflicto en Persia continuaría por varios años después de la campaña de Belisario, pero su intervención contribuyó a estabilizar la situación en un momento crítico para el Imperio bizantino.


SUS ÚLTIMA FASE.


Después de la campaña en Italia, la vida y carrera de Flavio Belisario pasó por varios episodios interesantes, aunque también estuvo marcada por el ocaso de su poder e influencia. A pesar de ser uno de los generales más exitosos de la historia bizantina, Belisario enfrentó dificultades políticas y personales en los años siguientes a su servicio en Italia.

Después de varios años de combates en Italia, donde defendió Roma en múltiples ocasiones y resistió la ofensiva ostrogoda bajo Totila, Belisario no logró derrotar a los ostrogodos de manera definitiva. Regresó a Constantinopla en 549 por reclamo del emperador Justiniano I, quien ya estaba buscando otras soluciones para la guerra en Italia.

Al regresar, su posición en la corte era mucho más frágil. Aunque seguía siendo respetado como militar, sus fracasos relativos en Italia, combinados con la creciente desconfianza de Justiniano y las intrigas políticas en la corte, lo dejaron apartado de las grandes decisiones políticas y militares.
Aunque Justiniano no despojó completamente a Belisario de su rango, se evidenció que su confianza en él se había debilitado. Durante los siguientes años, Belisario vivió en un estado de semi-retiro, apartado de las grandes campañas militares y de la corte.

Uno de los factores que contribuyó a su aislamiento fue la influencia de la emperatriz Teodora. Aunque Belisario había sido cercano a Teodora y Justiniano en el pasado, su esposa, Antonina, fue una figura de controversia, y las intrigas en torno a ella también afectaron la relación de Belisario con la corte imperial. Se sospecha que Teodora, que desconfiaba de las ambiciones de Belisario y su círculo cercano, contribuyó a que Justiniano lo marginara.
A pesar de su aislamiento, Belisario fue llamado nuevamente al servicio en 559 para enfrentar una amenaza grave: la invasión de los hunos kutrigures, que habían cruzado el Danubio y se acercaban peligrosamente a Constantinopla. Este ejército de nómadas, liderado por el caudillo Zabergán, amenazaba directamente la capital imperial, y Justiniano, ya mayor y sin un general de su calibre disponible, recurrió a su antiguo comandante.

Aunque ya era un hombre mayor y retirado de las batallas, Belisario mostró una vez más su brillantez militar. Con un contingente relativamente pequeño de tropas y veteranos mal equipados, Belisario logró detener a los hunos en una serie de enfrentamientos cerca de Constantinopla, utilizando su habitual ingenio táctico. Esta victoria fue un último recordatorio de la grandeza de Belisario como general.
Sin embargo, poco después de su éxito contra los hunos, Belisario se vio envuelto en una de las acusaciones más amargas de su vida. En 562, fue acusado de participar en una conspiración para derrocar a Justiniano. Las razones detrás de esta acusación no están claras, pero en la corte bizantina de la época, las intrigas eran comunes, y es posible que figuras celosas o rivales de Belisario intentaran socavar su posición.

Justiniano ordenó que Belisario fuera arrestado y sus bienes confiscados. Durante un breve periodo, fue encarcelado en su propia casa bajo arresto domiciliario. Este episodio marcó el punto más bajo en su relación con el emperador.
A pesar de la gravedad de las acusaciones, Belisario fue liberado poco después y parcialmente rehabilitado. Parece que Justiniano, después de reflexionar, decidió no castigar a su antiguo general de manera severa. Belisario vivió sus últimos años en relativa tranquilidad y fue restaurado en su rango y propiedades, aunque no volvió a tener un papel relevante en la política o el ejército.
Belisario murió en marzo de 565, poco antes de la muerte de Justiniano en noviembre de ese mismo año. Su fallecimiento marcó el fin de una era, ya que tanto él como el emperador habían sido las dos figuras más importantes en la política y las campañas militares del Imperio Bizantino durante casi cuatro décadas.

Un mito popular que surgió después de su muerte es el de la ceguera y mendicidad de Belisario. Según algunas leyendas medievales, Justiniano ordenó que Belisario fuera cegado y condenado a vagar por Constantinopla como un mendigo, pidiendo limosna. Este relato, sin embargo, no tiene base en fuentes históricas contemporáneas y es ampliamente considerado una invención posterior para dramatizar la caída de un gran héroe militar.
Este mito se hizo famoso en la Edad Media y el Renacimiento, representando la ingratitud del poder hacia los grandes hombres que lo sirven. Aunque es una historia trágica y simbólica, no hay evidencia de que Belisario haya sufrido tal destino.

Belisario es recordado como uno de los generales más importantes de la historia bizantina y, de hecho, de la historia militar en general. Su brillantez táctica, su habilidad para adaptarse a diferentes escenarios militares y su lealtad a Justiniano, incluso cuando fue marginado, lo convirtieron en una figura legendaria. Aunque su vida estuvo marcada por las intrigas políticas de la corte bizantina, su legado como estratega y comandante es indiscutible.

A lo largo de su carrera, Belisario:

Recuperó África del Reino Vándalo.

Defendió el Imperio contra los persas en Oriente.

Conquistó gran parte de Italia y resistió múltiples asedios.

Derrotó a los hunos en las afueras de Constantinopla.

A pesar de los altibajos en su relación con Justiniano y su eventual caída en desgracia, Belisario dejó una marca profunda en la historia del Imperio bizantino y es recordado como uno de los mejores generales del medievo.











JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.


Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.



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Bibliografía:


- Historia Medieval (Siglos V-XII) Editorial Universitaria Ramón Arcés. J. Donado Vara, A. Echevarría Arsuaga.


HistoCast 128 – Flavio Belisario



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