LA PENÍNSULA IBÉRICA PRERROMANA.









Con el auge de las colonizaciones fenicia, y después griega, los pueblos del bronce final de la península comenzarían un desarrollo cultural debido a la influencia de estas colonias. Tras el ocaso de la mítica cultura tartésica en el sur y la disminución del comercio y la influencia de las colonias fenicias en el siglo IV a.C., la península quedó dividida entre dos grandes grupos culturales: Los íberos, que se asentarían en toda la zona de Levante y costa de Andalucía, y los pueblos indoeuropeos en el resto del territorio. Ambos perdurarían hasta la conquista romana.



TARTESOS.




Área de influencia de la cultura tartésica.





La historia de esta mítica cultura podemos comenzarla con la fundación de Cádiz en el 750 a.C. por los fenicios de Tiro. Aunque algunos autores consideran que la Cultura tartésica se desarrolló desde un sustrato indígena del Bronce final, lo más probable es que comenzara su desarrollo a través del comercio con los fenicios, de los cuales tomarían una aculturación como respuesta a su influencia en todo el sur peninsular.


Los pequeños poblados con casas de adobe y zócalos de piedra típicos del Bronce final, comenzaron un desarrollo hacia grandes poblados con murallas y defensas como el caso de Onuba, Hispalis o Corduba, con casas rectangulares de tradición fenicia, residencias aristocráticas y almacenes.
La base económica era agropecuaria, de donde obtenían excedentes para comerciar con los fenicios, de quienes importaban productos manufacturados. En esta época se constata la introducción de la vid, el olivo o la gallina. En cuanto a la ganadería, no solo fue un producto más de subsistencia y comercio, si no un importante elemento de riqueza y poder entre los grandes propietarios, propiciando una expansión de la trashumancia hacia Extremadura. La minería paso de pequeñas explotaciones a grandes minas de donde se extraían metales con las nuevas técnicas traídas por los comerciantes fenicios. En cuanto a la cerámica, se desarrolló una importante producción con estilos propios como el de Carambolo, con decoración de figuras rojas que evolucionó hacia otra de fondos grises, de barnices rojos o de figuras fantásticas. También se desarrolló una industria de orfebrería tanto en metal como en marfil.

La sociedad estaba estructurada en jefaturas complejas que basaban su poder en el control agropecuario y minero, de donde obtenían gracias al comercio productor de lujo de ostentación social, constatado en numerosas tumbas principescas donde se encontraron carros, jarros, objetos de lujo etc. También, prueba de esto, son los famosos tesoros, como el de Carambolo o el de Aliseda, con numerosos productos de lujo.





Tesoro de carambolo.





Otra de las características de esta cultura fueron sus grandes templos de piedra en el curso del Guadiana, como el de Cancho Roano, un edificio cuadrangular rodeado por un foso, un santuario central y numerosas estancias, o el de Turuñuelo, donde se constata un gran sacrificio de caballos, toros y cerdos, tras lo cual se quemó el edificio entero.




Santuario de Cancho Roano.





Tras 200 años de esplendor, una recesión posiblemente provocada por un agotamiento de las minas, la crisis colonial o una recesión agrícola, acabó con esta cultura, aunque no desapareció totalmente, pues hubo una transición hacia la cultura turdetana en el siglo V a.C.




LOS PUEBLOS INDOEUROPEOS IBÉRICOS.


La historiografía data estos pueblos en la península desde el siglo VI a.C. llegando a asociarlos con la cultura celta que se da en todo el continente. Sin embargo, actualmente se considera que el "pueblo celta" no es más que una construcción artificial de los autores romanos, que ganó adeptos con corrientes modernas como los nacionalismos o romanticismos, asignándolos actualmente como una amalgama de pueblos con unos rasgos comunes, a la que asignaron el nombre de cultura de La Tene, por lo que para denominar a estos pueblos es sería más correcto referirnos como indoeuropeos, más que celtas. Además, investigadores españoles han demostrado que muchos de estos pueblos indoeuropeos que poblaron la península, ya se encontraban en ella desde la primera Edad del Hierro, varios siglos atrás de la supuesta invasión celta e incluso algunos, como los galaicos, que hunden sus raíces hasta las culturas megalíticas atlánticas.
De todas formas, gracias a autores romanos como Estrabón, hasta hoy nos ha llegado la historia y cultura de estos pueblos, de entre los cuales destacamos los siguientes:

- Celtíberos: Se trata de una confederación formada por belos, titos, lusones arévacos, pelendones, lobetanos y turboletas. De ellos destacamos la larga guerra de resistencia que mantuvieron contra Roma y que finalizó con el larguísimo asedió de Numancia en el 132 a.C. Ocuparon la zona de Soria, el Sistema Ibérico, Guadalajara, Zaragoza, La Rioja y Teruel.

- Vaceos: Ocuparon la zona del Duero medio, entre los ríos Odra y Esla. Diodoro Sículo los nombra como el pueblo celta más civilizado de la península, con fuertes lazos de solidaridad, que vivía en grandes castros y se dedicaba a la agricultura y ganadería.

- Vetones: Pueblo guerrero de ganadería bovina, vivían en castros entre el Duero y el Tajo y componían unas curiosas esculturas de berracos.





Berraco vetón de Ciudad Rodrigo.



- Lusitanos: pueblo parecido a los vetones que habitó la zona de Portugal. Los textos romanos los familiarizan como pastores y bandidos.

-Galaicos: Habitaron el norte de Portugal y Galicia. Se les consideraba el máximo exponente de la supuesta invasión celta desde Europa, pero recientemente se ha demostrado que sus raíces son autóctonas, remontándose al Bronce final, cuya principal característica son sus castros fortificados de menor tamaño que en el resto de la península.

- Astures: Reciben su nombre por el río Astura (Esla) y poblaron las regiones de Asturias, León y Zamora. Estos pueblos, al igual que cántabros, autrigones, caristios y várdulos que poblaron zonas adyacentes como Cantabria, se caracterizan por su fragmentación sociopolítica.

- Vascones: habitaron las tierras altas y bajas de Navarra con dos áreas bien diferenciadas: El ager vascorum, el el Ebro y el saltus vascorum, en las montañas del norte.

En general, estos pueblos se caracterizan por la proliferación de castros fortificados, llegando algunos a formar proto-ciudades al estilo de los oppidum de Las Galias como Numancia o Tiermes, los complejos sistemas políticos de aristocracias, viviendas rectangulares con división interna y materiales perecederos, economía basada en la agricultura o ganadería e incluso la recolección o la pesca. La forma de enterramiento más extendida era la incineración, desde su depósito en urnas hasta su esparcimiento, aunque algunos pueblos honraban a sus muertos en batalla dejando que los buitres devoraran el cadáver ya que pensaban que así su alma ascendía al cielo con sus dioses. También desarrollaron una industria propia de cerámica y metalúrgica, con manufacturas de vasos, jarras, adornos y panop0lia bélica (cascos, espadas, vainas, puñales...).

Su sistema político solía basarse en lazos de sangre y organizaciones suprafamiliares con un ancestro en común (gens y gentiliares) en las que los caudillos se rodeaban de una red clientelar de guerreros, que a su vez se hermanaban en cofradías (fratrías) donde se exigía una lealtad absoluta, llegando a inmolarse tras la muerte del patrón. Sin embargo, en los pueblos del norte peninsular era mas común la organización basada en la pertenencia a un poblado. Entre estas sociedades, también era común el hospitium, pacto de hospitalidad incluso para foráneos.

Reconstrucción del castro de Numancia.


LOS ÍBEROS.


La cronología de esta cultura, una de las más llamativas de la Edad de Hierro en Europa, se remonta hasta el siglo VI a.C., perdurando hasta el siglo I a.C. Ocupó toda la zona del Levante y sur de Andalucía, penetrando en el interior por los valles del Ebro o Guadalquivir formando un mosaico de pueblos diferentes pero con rasgos comunes. En Andalucía, habitaron los turdetanos, herederos de Tartesos, basetanos y oretanos. En la costa mediterránea, edetanos. En el interior del valle del Ebro, los sedetanos. Por último, en la zona de Cataluña, los ilergetes, ilergavones, cesetanos o indeketes.

Lo más llamativo de su modo de poblamiento, fueron las grandes concentraciones urbanas en los oppida (grandes poblados fortificados que se desarrollan también el el resto de Europa y como máximo ejemplo podemos destacar la famosa Alessia, en la Galia.) Las viviendas seguirán siendo de materiales perecederos pero contarán con una separación de las estancias e incluso dos pisos y suelos pavimentados.

El mundo funerario eran bastante variados, dependiendo de las zonas y pueblos diferentes, siendo los más destacado las famosas "damas", como la de Elche, de influencia orientas, o la de Baza, que podían ser simples bustos o estatuas de cuerpo entero que también contenían orificios para albergar urnas con restos de incineraciones. Por ejemplo, las dos citadas, contenían sendos orificios, por lo que se presume que su función estaba relacionada con el mundo funerario.





Dama de Elche.







Su organización social en jefaturas o pequeños estados tribales en los que la cúspide de la pirámide, era ostentada por caudillos o reyezuelos que basaban su poder en una red clientelar de guerreros. El reflejo de el poder basado en el prestigio militar lo encontramos en unos peculiares monumentos llamados herooms, monumentos funerarios que contenían incineraciones y donde a través de la escultura, se intentaba heroizar a la persona enterrada con escenas de caza, guerra o animales fantásticos.




Heroom de Pozo del Moro.







Su base económica se basaba en la agricultura y ganadería, teniendo una productividad muy elevada en según que zonas, como la controlada por los indeketes, ya que se beneficiaban del comercio con las colonias griegas de Emporion o Rosas, de donde obtenían manufacturas cerámicas y objetos de lujo.
A pesar del comercio, los pueblos ibéricos desarrollaron su propia industria cerámica, artesanal y armamentística, destacando las ilustraciones de escenas de guerra o caza y una panoplia bélica basada en las míticas espadas falcatas, escudos caetra y scutum, flechas, hachas de doble filo y largas lanzas de hierro llamadas soliferrum.

Finalmente, en el siglo I a.C. estos pueblos fueron desapareciendo conforme Roma conquistaba la Península Ibérica.


Falcata ibérica.




JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.


Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con casi 15 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.


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Bibliografía:



- Prehistoria II. Las sociedades metalúrgicas
Autores: Fernández Vega, Ana María; Hernando Grande, Amparo; Maíllo Fernández, José Manuel; Muñoz Ibáñez, Francisco Javier; Quesada López, José Manuel; Ripoll López, Sergio
Editorial: Editorial Universitaria Ramón Areces

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