LA DINASTÍA PALEÓLOGA. LOS ÚLTIMOS EMPERADORES DE ROMA.

 



 Esta dinastía de emperadores de Imperio romano de Oriente, tendrá el fastuo honor de ser la última en gobernar el milenario Imperio y ver cómo los otomanos acaban tomando Constantinopla.

El primer emperador fue Miguel VII, que recuperó Constantinopla en 1261 tras haber sido conquistada por la cuarta cruzada medio siglo antes.
Durante su reinado se produjo un momento de apogeo cultural y político. Se intentó un concilio con la iglesia occidental, aunque no llegó a buen puerto y se financió “las vísperas sicilianas” para desestabilizar a los franceses que ocupaban el sur de Italia, siendo aprovechado por aragoneses para establecerse en la isla. Sin embargo se tuvo que hacer frente a muchos enemigos y al declive del ejército, que se tenía que nutrir de mercenarios, como las compañías catalanas de almogávares que tuvo que reclutar Andrónico II para enfrentar a los turcos y que, a pesar de unas primeras victorias, un incumplimiento por parte del emperador provocó un brutal saqueo y la posterior toma de Atenas y Neopatria, que pasarían a la Corona de Aragón hasta 1388. Con su muerte comenzó una época de enfrentamientos internos y cuentas guerras civiles, que no hicieron más que apuntalar la posterior caída imperial, con la ruina financiera y la pérdida de territorios ante serbios y turcos, la peste negra, la reducción del estado, la descentralización en despotados, el poder de grandes terratenientes que pasaron a un sistema de tierras hereditario donde adquirieron además capacidad de dictar sus propias leyes al estilo feudal europeo y el control de todo el comercio por las repúblicas italianas.  

El declive de la dinastía comenzó con Manuel II 1391-1425, que siendo rehén del sultán otomano Bayaceto para asegurar el vasallaje de Bizancio, cuyos territorios se reducían a Constantinopla, Morea y algunas islas y enclaves griegos, se liberó para coronarse emperador.

En principio se mantuvo el vasallaje, llegando a enviar tropas para las campaña de Bayaceto. Tras la derrota de Nicopolis en 1396 de los cruzados valacos, húngaros y franceses a manos de los otomanos, Manuel decidió que la situación no podía seguir así y viajó a Europa a solicitar una nueva cruzada a los reyes mientras su sobrino, Juan, se quedaba en la capital para gobernar. A pesar de recibir buenas palabras, aunque ningún compromiso concreto, su viaje se demoró hasta 1403, ya que de vuelta, fue apresado por los venecianos debido a sus deudas.

Sin embargo, en 1402, un poderoso ejército llegado de las estepas, los mongoles, vencerán a Bayaceto en la batalla de Ankara. Esto le dará a los bizantinos un respiro ya que a la muerte de Bayaceto, sus hijos en enfrentarán en una larga guerra civil por el poder del imperio que su padre había creado a los dos lados del Bósforo.

Gracias a la diplomacia y las artimañas políticas, Manuel consiguió que se le devolvieran territorios como Tesalónica o el monte Athos con sus monasterios apoyando al candidato otomano Suleyman. Sin embargo, pronto cambiaría su amistad hacia Muhammad I, quien consiguió reunificar finalmente los territorios otomanos, ratificando así los antiguos acuerdos alcanzados con Suleyman a cambio del apoyo bizantino recibido y dejando a los paleólogos un periodo de paz hasta 1421.





EL EMPERADOR MANUEL II




Ese mismo año, el sultán Muhammad falleció, dejando su trono a Murad II. Juan VIII, primogénito del emperador Manuel II, que había sido asociado al trono ese mismo año para asegurar la sucesión, dio un paso en falso. Viendo la posibilidad de mejorar los acuerdos establecidos por su padre, apoyo a otro candidato al trono otomano, pero Murad liquidó pronto el asunto a su favor y atacó Constantinopla en 1422.

Por suerte, en los belycatos de Germiyan y Karaman, otro hermano de Murad se rebeló, teniendo que abandonar el sitio para sofocar el levantamiento. Pero ante la debilidad de Bizancio y la amenaza de un nuevo asedio, en 1424 se volvió a firmar otro acuerdo, esta vez mucho más desfavorable, a lo que habría que sumar la toma de Tesalónica en 1430 por los propios turcos.

Al Imperio solo le quedaba una última oportunidad, reconciliarse con la iglesia de occidente y esperar una gran cruzada contra los otomanos.

Con Juan VIII viendo como los días del Imperio llegaban a su fin, comenzó negociaciones con el papa en 1431 a fin de acabar con el cisma religioso que imperaba formalmente desde 1054, pero que se había iniciado mucho más atrás.

Tras un largo concilio en Ferrara y Florencia, donde acudió una importante delegación bizantina presidida por el emperador y el patriarca de Constantinopla, además de personalidades del imperio. Por el lado latino,además del papa, acudió el cardenal Cesarini y miembros de las principales órdenes mendicantes y monásticas. En 1439 se resolvieron dos de los principales, la cláusula filioque, que consistía en diferentes interpretaciones sobre la naturaleza de Cristo y la primacía del patriarca de Roma sobre los demás, llegando así a un acuerdo.

Sin embargo en Constantinopla este acuerdo no gustó y se aclamaron figuras que también estaban en contra del mismo, acabando con la posibilidad de unión de las dos Iglesias.

Aun así, el papa Eugenio envió ayuda. El cardenal Cesarini convocó una cruzada a la que se adscribieron los reyes de Polonia y Hungría, así como el voivoda de Transilvania, apoyados por la armada veneciana.

El choque decisivo fue en la ciudad de Varna, donde los turcos aprovecharon la división de los cruzados para infligirles una severa derrota en 1444, matando al rey de Hungría y al cardenal.

Aun con esas, Juan Hunyadi, el voivoda de Transilvania, volvió a intentarlo, pero también sucumbió ante el ejército otomano en la segunda batalla de Kosovo en 1448, acabando con la última ayuda de occidente.

Ese mismo año moría Juan, heredando el trono quien sería el último emperador romano, Constantino XI, que moriría luchando junto a casi dos milenios de Roma.





BATALLA DE VARNA


Con Constantinopla rodeada por los otomanos, que ocupaban Anatolia y gran parte de los Balcanes, el sultán Muhammed (Mehmet) II se dispuso a tomar definitivamente la antaño poderosa ciudad, después de que un confiado Constantino quisiera cobrar un rescate por un rehén turco. Esta se encontraba en un estado precario, edificios abandonados, el comercio arruinado y deshabitada, pues de los 500.000 habitantes que llegó a tener, sólo contaba con 50.000. El sultán ordenó construir una fortaleza llamada Rumeli Hisar en una colina cerca de Constantinopla desde donde bombardear la ciudad.


También ordenó el bloqueo del Bósforo para impedir la llegada de suministros y comenzó el asedio con un enorme ejército y una novedosa arma: Los cañones de asedio que le había construido un ingeniero húngaro. Tras más de un mes de asedio, los turcos tomaron la ciudad al asalto cuando se retiraron los genoveses que ayudaban en su heroica defensa, muriendo el mismísimo emperador defendiendo las murallas con los pocos hombres que le quedaban.


Aun después de esto, 2 territorios bizantinos sobrevivieron al igual que el reino de Siagrio tras la caída del imperio occidental: el despotado de Morea, al que los otomanos consintieron hasta 1461, que lo anexionaron y el imperio de Trebisonda, escindido de Constantinopla durante la cuarta cruzada y que sobrevivió hasta finales del siglo XV con una hábil política de matrimonios, pero que finalmente también fue anexionado.


Surgía así un nuevo poder que controlaría gran parte del mundo islámico occidental y atemorizaría Europa durante siglos: El Imperio otomano.





ASALTO FINAL A LAS MURALLAS DE CONSTANTINOPLA










JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.


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BIBLIOGRAFÍA:

- Historia medieval. Ana Echevarría Arsuaga. Julián Donado Vara. EU Ramón Areces.

- Atlas histórico de la Edad Media. Ana Echevarría y José M. Rodríguez. EU Ramón Areces

- Runciman, Steven, La caída de Constantinopla,1453, Editorial Espasa-Calpe, 

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