LA EMPERATRIZ IRENE
INTRODUCCION: LA
DINASTÍA ISÚRICA
En el 717, tras el gobierno de varios
emperadores de la dinastía Heráclida de escasa relevancia, León III, al que se
le atribuye su sobrenombre a su procedencia del thema de Isauria, aunque fuentes colocan su nacimiento en el norte
de Siria, llega al trono imperial tras un golpe de estado. La organización thematica impulsada por Heraclio, se
volvía ahora en contra de sus sucesores, ya que León “El Isaúrico” era el strategos del thema de Anatolia. Ese mismo año tuvo que hacer frente al segundo
asedio árabe a Constantinopla, esta vez por parte del califa omeya Omar, que
fue resuelto de forma victoriosa y que haría que los musulmanes no volvieran a
sitiar la ciudad hasta dentro de 7 siglos. Con este emperador surgiría el
acontecimiento que marcaría la política durante toda la vida de la dinastía
Isaúrica, la Querella Iconoclasta. En oriente la adoración de iconos e imágenes
religiosas estaba mucho más extendido que en occidente, pero las continuas
derrotas militares y algún desastre natural, hizo que parte de la población y
el clero llegaran a pensar que se trataba de un castigo divino por la adoración
de iconos y en el 730, León III decretó un edicto por el que se prohibía la
práctica iconódula y deponía al patriarca Germán. Mística a parte, el poder de
los monasterios, que no pagaban impuestos y estaban exentos de servicio militar,
crecía por momentos ya que Bizancio era el estado con mas instituciones monásticas
y reliquias sagradas del momento y éstas, se encontraban en éstos a los que
peregrinaban miles de personas con la consiguiente ganancia económica y aumento
de influencia. Así que el emperador debió de pensar que para frenar el poder e
influencia de éstos, lo mejor sería prohibir las imágenes y es por esto que el
principal foco de resistencia durante toda la querella fueran los propios
monasterios. Pero durante su reinado también se pusieron las bases para
posteriores conflictos, como su afianzamiento e intromisión en Italia, que
produjo un acercamiento del papado hacia los francos de Carlos Martel. Tanto León
como su sucesor, Constantino V, se dedicaron a afianzar el reducido imperio
resultante de las conquistas musulmanas y búlgaras. Se reformó el sistema themático, civil y económico, se introdujo a eslavos en los Balcanes, e incluso se venció una nueva invasión
árabe en Akroinion en el 740. Y así
llegaría en 787, cuando a la muerte de León IV, su hijo Constantino VI es
nombrado emperador siendo menor de edad, por lo que actuaría como regente su
madre Irene de Atenas.
IRENE DE ATENAS
Irene
Sarantapechiana o Irene de Atenas, nació en la ciudad que le dio su apodo sobre
el 750. Según algunos historiadores, podría ser sobrina de un patricio
ateniense o incluso del strategos de
Hélade. Irene debía de poseer una gran belleza e inteligencia, por lo que tras
viajar a la capital, enseguida llamó la atención del emperador León IV, con el
cual contrajo nupcias el 769 y dos años después trae a su único hijo,
Constantino, al que enseguida asocia al emperador para asegurar su sucesión.
Tras un breve reinado de León, su fallecimiento en el 780 hizo que Irene
ostentara la regencia, pues el heredero y co-emperador, Constantino, aun era
menor de edad. Antes de un mes de regencia ya tuvo que sofocar la revuelta de
su cuñado Nicéforo al que tonsuró y envió a un monasterio, y reorganizar los
altos cargos imperiales por personas afines, lo que implicó el mutilamiento de
alguno de estos mandos y familiares que habían participado en la conspiración.
Exteriormente buscó alianzas que afianzases su por el momento frágil poder.
Estableció contactos con el Papa y pactó un matrimonio entre su hijo Constantino
y Rotruda, hija de 6 años del por entonces rey de los francos Carlomagno. No le
valió para que el strategos de
Sicilia se alzara en armas, y aunque también fue vencido por la flota imperial,
huyó al refugio de los abasíes del norte de África, por lo que fuera del
alcance de Irene, ésta se cebó con su familia a la que torturó. A esto hay que
añadirle las expediciones de Harun al-Rasid, protagonista de las Mil y Una Noches, sobre todo la del
782 que obligó, tras llegar la incursión hasta el Bósforo y haber capturado a
su mano derecha, el eunuco Estauracio, a pagar un rescate para pactar una tregua de 3
años, aunque posteriormente se reanudarían las hostilidades. Para afrontar el
pago, Estauracio se dirigió en campañas posteriores a las tierras en poder de
los eslavos en los Balcanes para recuperar tierras y con ello capacidad fiscal.
Gracias a ello, además de afrontar el pago, mandó construir en el 784 la
Iglesia de Santa Sofía en Tesalónica, que alcanzó una relevancia muy
considerable dentro del imperio.
En el 786
realizaría la acción que podríamos clasificar como más destacada de su
regencia: La restauración de los iconos. Primeramente, el 17 de Agosto en el
concilio de Constantinopla, proclamó la vuelta a la iconodulía, pero fue tal el
revuelo que se armó entre los altos mandos militares allí presentes,
partidarios de la iconoclastia, que dicho concilio tuvo que suspenderse. Irene urdió
un plan y envió a estos jefes a realizar campañas militares en Anatolia para
después licenciarlos y nombrar afines a su persona, trayendo tropas nuevas a la
capital. Ahora sí, libre de opositores, en Septiembre organizó el II concilio
de Nicea presidido por el patriarca Tarasio donde sí se proclamó la vuelta a
los Iconos, lo que supuso un acercamiento con Roma.
En el 788, Constantino VI, de 17 años de edad ya comenzaba a ansiar gobernar en solitario. Como recordamos estaba prometido con la hija del rey franco, Carlomagno, pero el matrimonio se vio frustrado al tomar como esposa a una dama armenia, lo que ayudó a crear un ambiente de disensión aun mayor entre madre e hijo. Ciertos sectores militares decidieron apoyar a Constantino cuando en el 790 Irene quiso autoproclamarse emperatriz prioritaria, que en principio fue confinada y así Constantino obtuvo vía libre para gobernar en solitario. Como ya hemos visto, tras la tregua de 3 años, el califa abasí siguió las hostilidades y profirió duras y humillantes derrotas a los romanos, a los que obligó a aumentar los pagos, que mal podían permitirse pagar. Así que en el 792 Irene vuelve a ser asociada al trono como co-emperatriz tras otra derrota del joven e inexperto Constantino ante los búlgaros en la batalla de Marcelae, donde estos emboscaron a los romanos y les infringieron una derrota total, capturando incluso la tienda del emperador.
Durante la batalla, los búlgaros usaron
una curiosa arma que les facilitó y mucho la victoria, se trata del Arkani, una
lanza con un lazo al extremo usado para desmontar al jinete de su montura.
Curiosidades a parte, Irene tras aconsejar sibilinamente a Constantino, hace
que este pierda la lealtad de los strategos
que lo apoyaban, lo que aprovechó para autoproclamarse emperatriz autócrata
a todos los efectos, algo que no ocurría hacia siglos y que supuso un gran hito
en la Europa medieval. Acuñó moneda con su rostro, firmó documentos como basileus e incluso lanzaba monedas a sus
ciudadanos durante las procesiones, acciones reservadas únicamente al
emperador. Hay que tener en cuenta este hecho en el marco de la política europea;
El papado deseoso de desligarse de la influencia imperial, utilizó como escusa
la gobernanza de una mujer para deslegitimar la dignidad imperial y por ello
coronó al rey de los francos, Carlomagno, como nuevo emperador de Occidente en
el año 800. Ya en el 797, convenciendo a algunos comandantes, captura a su hijo
Constantino y le saca los ojos en la sala purpura del palacio imperial, la
misma que le vio nacer, muriendo días después con lo que se desharía de su único
rival político, ya que también dio la misma orden para sus 4 cuñados que ostentaban
por entonces el título de César, aunque éstos ya habían sido deslenguados
anteriormente. Sus políticas internas se centraron en la creación de
instituciones caritativas tales como refugios, centros de ancianos,
monasterios, comedores… lo que hizo que se le tildara como derrochadora. Viendo
como algunos de sus más fieles seguidores, como el eunuco Aecio, ya hacían planes
para la sucesión, se buscó ella misma asegurar su línea dinástica estableciendo
de nuevo contacto con los francos, pero esta vez el objetivo era el mismísimo
emperador, a quien tentó en matrimonio con ella misma, aunque finalmente no se
llevo a cabo por las intrigas palaciegas en su contra. Hay que pensar en la
relevancia histórica que hubiese tenido tal hecho, los dos máximos poderes en
occidente unidos de nuevo en un imperio cristiano. Así que en el 802, no
habiendo podido dirimir la cuestión sucesoria, Nicéforo, ministro de finanzas, (posiblemente
pudiese estar relacionado con el amplio gasto que estaba realizando la
emperatriz y su política fiscal) obra un golpe de estado que depone a Irene y
la destierra a Lesbos donde moriría un año después, para volver a ser enterrada
en Constantinopla. Nicéforo sería derrotado por el khan búlgaro Krum en la
batalla del paso de Varbistsa, quien usaría su cabeza como cuenco. La
iconoclastia sería restaurada con León V en el 815 y duraría hasta el 843
cuando otra mujer regente, Teodora, da por zanjado el conflicto de forma definitiva
volviendo a la iconodulía el primer domingo de cuaresma.
Diferentes autores nos presentan a Irene como una dirigente no muy cualificada y despiadada, sin embargo no lo fue más que cualquier otro emperador masculino, y en cuanto a su administración, bien es cierto que gastó elevadas sumas de dinero, si bien fueron en la realización de proyectos que pueden ser vistos como propagandísticos, se centraron en el bienestar social del pueblo, en vez de campañas militares a las que se solía recurrir para aumentar el prestigio imperial. Además, favoreció una política de rebaja fiscal para las clases más desfavorecidas que no fue visto con buenos ojos por su propia administración y de ahí la rebelión que acabó con su reinado. Al margen de opiniones personales, fue la única mujer que desde la edad antigua conseguía alzarse con el poder de un estado importante, en este caso, uno de los mayores de la época, trastocando toda la política externa y religiosa imperante hasta el momento, deshaciéndose de todos los enemigos que le surgían, manteniendo el Imperio más o menos intacto y como último triunfo, a título póstumo, ser enterrada en Constantinopla junto a los demás emperadores.
José Antonio
Olmos Gracia.
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Andrea Bergaz
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Irene
de Bizancio. Almas del Medievo. Podcast
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