EL COMANDANTE JUAN CURCUAS. PASO A LA OFENSIVA DEL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE.



INTRODUCCION


 Juan Curcuas fue un general del Imperio Romano de Oriente procedente de una importante familia armenia huida al imperio tras el avance musulmán. Consiguió instalarse en altos puestos militares, de hecho, su sobrino Juan Tzimisces, llegaría a ser coronado emperador. Poco se sabe de sus inicios, hasta que fue nombrado drungario del thagma biglia, la guardia imperial de palacio, durante la regencia de la emperatriz Zoe que reino entre el 914-919.  Gracias a su puesto, pudo ayudar al almirante armenio Romano I Lecapeno a coronarse emperador en el 920, que recompensó a Juan con el puesto de doméstico de escolae en el 923, lo que equivalía a comandante en jefe de todos los ejércitos anatólicos y a partir de aquí empezaría su fama militar.



PRIMERA CAMPAÑA.

 Su primera misión como doméstico fue la de sofocar una revuelta interna de manos del strategos del thema de Caldia Bardas Boilas, en la región de Trebisonda. La campaña fue corta y exitosa, y como resultado se depuso a Bardas, nombrando a Teófilo Curcuas, hermano de Juan, strategos del thema, el cual también demostraría ser un hábil comandante.


CAMPAÑAS EN ARMENNIA

 La paz conseguida con el Imperio Búlgaro después de la muerte del zar Simeón que dejó por zanjados los enfrentamientos en Tracia y la inestabilidad dentro del califato abasí que propició la independencia de varios pequeños estados en la frontera oriental bizantina, pusó en bandeja la oportunidad para que Romano I recuperara antiguos territorios a los musulmanes, lo cual no rechazó. En el 925 Romano Lecapeno exigió el pago de tributos a estos pequeños estados, pero estas rechazaron la petición, con lo  que el casus belli estaba servido. Un año después, Juan, junto con su hermano Teófilo y Melías, stratega del thema de Licando, atraviesan la frontera oriental rumbo a la ciudad de Melitene (actual Malatya) y tras arrasarla, el emir se convertía en tributario del Imperio tras varios intentos anteriores infructuosos. 

 El 927 fue testigo de la primera vez que tropas imperiales realizaban una incursión a gran escala, ya que desde hace siglos la actitud del Bizancio había sido defensiva. Curcuas avanzó con un importante contingente hasta Dvin, capital del reino de Armenia, tomando por el camino la ciudad de Samosata en el Éufrates. Sin embargo, una contraofensiva musulmana hizo retroceder a los bizantinos, teniendo que abandonar las dos ciudades y centrarse en el sur de Armenia, donde tras saquear la región del lago Van, toman la ciudad de Jliat provocando un éxodo musulmán de la zona y abrió el camino para futuras conquistas. Pero la suerte se volvió en contra de Juan ya que las campañas en el catapanato italiano exigían soldados que tuvieron que ser retirados de la campaña, y además, un ataque del emiriato de Azerbaiyán expulsó definitivamente las tropas bizantinas en el 929. En el 930 una nueva campaña partía hacia Armenia, primeramente Melías fracasa en su intento de retomar Samosata, donde sufre numerosas bajas y son tomados varios prisioneros entre sus principales oficiales. Juan Curcuas y su hermano Teófilo se dirigieron por el norte hacia el emirato de Kalikala y sitiaron su capital Teodosiópolis (actual Erzurum) con el apoyo del reino georgiano de los Kartvelianos. La ciudad fue tomada, pero las relaciones con los georgianos estaban en muy mal estado, estos no veían con buenos ojos la extensión del poder bizantino cerca de sus fronteras, por lo que exigieron la entrega de ciudades. Curcuas, a pesar de que ya había sido traicionado por ellos, ya que durante el asedio a Kalikala enviaron suministros a la ciudad, decidió entregar la fortaleza de Mastato para aplacarles. Grave error, en cuanto tuvieron posesión de ella, la entregaron a los musulmanes, aun así, Teodosiópolis quedó como tributaria de Constantinopla en el 931. Afianzar el poder en las ciudades conquistadas no fue tarea fácil, en Marzo, los abasíes lanzaron una campaña contra Asia Menor y en Agosto, el emirato de Tarso protagonizó otra importante ofensiva que llegó hasta la actual Ankara, retornando con más de 100.000 prisioneros de los que sacaron un suculento rescate en dinares de oro mientras los bizantinos estaban ocupados en el sur de Armenia contra los Azerbaiyanos, a los que consiguieron derrotar tomando varias fortalezas. En el 931 el emirato hamdánida de Mosul atacó Samosata y en Noviembre Melitene a petición de sus habitantes, que tuvieron que ser abandonadas aunque por suerte el ejército islámico no contaba con los recursos suficientes para mantener la campaña y regreso a Mosul, aprovechando los bizantinos para volver a sitiar Melitene que fue retomada por el propio Curcuas en el 934 con un ejército de 50.000 hombres, con el que también volvió a tomar Samosata, ya que las intrigas en la sucesión al trono abasí volvieron el foco de su atención y no enviaron ningún tipo de socorro. En respuesta a la rebelión de sus habitantes, expulsó a los no cristianos y Romano Lecapeno incorporó a la propiedad imperial sus territorios. 






 




SAIL AD DAWHAL Y EL ASCENSO HAMDANIDA

Tras la toma de estos territorios, Bizancio tuvo un breve dedicarse a la pacificación y asentamiento, ya que como hemos visto el califato abasí estaba a otros asuntos y los pequeños emiratos no tenían capacidad ofensiva suficiente. El hecho de que los bizantinos tomaran dos ciudades importantes supuso un duro revés para el islam, ya que hasta ahora siempre habían estado a la ofensiva. Por estos motivos, surgió en Mosul y Alepo un nuevo poder, los hamdánidas, donde Curcuas encontró la orna de su zapato en el emir Said-Ad-Dawhal. Este nuevo poder supuso la irrupción de un nuevo jugador en la guerra romano-abasí, tanto es así, que ambos imperios firmaron la paz en el 938 ante el miedo a estos. Las primeras tomas de contacto fueron ya en el año 936 cuando Said intentó socorrer Samosata, teniendo que regresar a su capital para sofocar una revuelta, y en el 938, cuando derrotó a la vanguardia de Curcuas en Charpete en la región superior de Éufrates, le obligó a retirarse y continuó su avance por Armenia, devastando varias regiones y sometiendo a príncipes Armenios e Iberos, hasta que Curcuas regreso con un ejército para vencerle en Colonea, volviendo el emir sus ojos hacia Bagdad ya que la revuelta estallada por la sucesión al trono, le ofrecía una oportunidad de inmiscuirse en los asuntos imperiales, lo que supuso una pacificación de la zona hasta el 945. 


 




LA DEFENSA CONTRA LOS RUS

En el 941 una flota proveniente del principado de  la Rus de Kiev asoló los alrededores de Constantinopla, arrasando toda la costa, ya que la marina y ejército imperial se encontraban lejos de la capital preparando para una nueva ofensiva en Armenia. La pacificación de la zona oriental permitió que Juan Curcuas fuera llamado para volver a entrar en acción. Mientras este regresaba, el eunuco Teófanes armó una improvisada flota con barcos viejos a los que incluyó maquinaria para usar el temido fuego griego y el 11 de Junio los derrotó, obligándoles a alejarse de la ciudad, pero con efectivos suficientes para desembarcar en Bitinia y asolar toda la costa carente de defensas. El patricio Bardas Focas reunió otro improvisado ejército para intentar detenerles mientras Curcuas llegaba desde oriente. Cuando este llegó, los confiados rusos se habían dispersado por la costa motivados por las anisas de pillaje fácil y los aniquiló sin mucha dificultad. Los pocos supervivientes pudieron embarcar al amparo de la noche para regresar a Tracia, pero la armada del parakoimomeno Teófanes estuvo ojo avizor y destruyó completamente a la rusa con su fuego griego. Los rusos volverían a hacer aparición en el Danubio en el 943 con la ayuda de los pechenegos, pero esta vez Romano I acordó pactar con el príncipe Igor y renovar acuerdos comerciales favorables para estos.


CAMPAÑA EN MESOPOTAMIA

 El 943 volvió a ser favorable para los intereses imperiales, Juan Curcuas lanzo una nueva campaña contra Mesopotamia. En un rápido avance se tomaron las ciudades de Martirópolis, Amida, Dara y Nisibis, lo que permitió volver su ejército hacia Edesa, donde se encontraba el Mandylion, una reliquia sagrada consistente en un lienzo que Jesucristo había usado para limpiarse la cara, dejando su retrato impreso. Tras un duro asedio, el emir aceptó las condiciones de paz y entregó la reliquia como pago. Esta fue trasladada a Constantinopla con gran pomposidad, lo que contribuyó aun más a la fama del doméstico y del emperador. No contento con eso, Curcuas finalizo la campaña con el saqueo de Macedonópolis y Germanicia.




CAIDA EN DESGRACIA

 A pesar de todos sus logros, la tradición romana de defenestrar ya sea por envidia, ya sea por miedo, a sus mejores generales volvió a repetirse. En el 944 las intrigas palaciegas dieron al traste con Romano I al sufrir un golpe de estado de sus propios hijos Esteban y Constantino, que lo encerraron en un monasterio de la isla de Proti donde murió en el 948 para que el poder imperial no recayese en Constantino Porfirogéneta. El detonante fue el deseo de Romano I de casar a la hija Curcuas con el futuro Romano II, hijo de Constantino Pofirigéneta que era yerno de Romano Lecapeno.  El golpe de los hermanos se completó tras frustrar la boda, despidiendo a Curcuas y sustituyéndolo por Panteiro en el 945. Ese mismo año fue derrotado por Said en una campaña cerca de Alepo y semanas más tarde derrocados los hermanos por Constantino VII, Curcuas volvió a su puesto, aunque ya no quedan apenas registros de sus actividades excepto una comitiva a Tarso para negociar el intercambio de prisioneros.



CAMBIO DE TENDENCIA.

 Desde la época justinianea el imperio se había forzado a la defensa de sus territorios, sobre todo tras la llegada de musulmanes por el sur y este y búlgaros por el norte. Pero es en la dinastía macedónica cuando se dan las condiciones favorables para el cambio de rumbo, la debilidad del imperio búlgaro, permitió el desvío de recursos hacia oriente, donde el imperio abasida tampoco lo estaba pasando muy bien. En Juan Curcuas vemos el ejemplo del resurgimiento del orgullo imperial, pasando a la ofensiva con importantes campañas y conquistas, y defendiendo efectivamente sus territorios. Esta tendencia seguirá con los posteriores emperadores, anexionando al imperio búlgaro con Basilio II y llegando a su máximo esplendor en el 1025. Esta será la última vez que Bizancio anexiona territorios, ya que tras la aparición de los Selyúcidas, el retroceso será constante hasta el 1453. Su figura es aclamada por escritos contemporáneos en el Teófanes Continuatus como el segundo Trajano o Belisario, si bien sus éxitos militares también se deben a la semilla de sus antecesores que derrotaron a paulicianos y musulmanes, expandiendo su influencia por Armenia, no podemos negarle su posición como uno de los generales más brillantes


Autor: José Antonio Olmos Gracia.

Fuentes:

Ostrogorsky, Georg (1984). Historia del Estado Bizantino. Ediciones AKAL

Wikipedia



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