LA CONQUISTA DEL IMPERIO INCA.

 

La conquista del Imperio Inca fue uno de los episodios más decisivos y dramáticos de la historia. En apenas unos años, un reducido grupo de conquistadores españoles, encabezados por Francisco Pizarro, logró someter a una de las civilizaciones más poderosas y complejas del continente americano. No se trató de un simple enfrentamiento militar, sino de un proceso en el que intervinieron múltiples factores: divisiones internas, alianzas indígenas, epidemias, religión y la propia ambición de quienes buscaban fortuna y gloria en las nuevas tierras descubiertas.





El Imperio Inca, conocido como Tahuantinsuyo, era a comienzos del siglo XVI el estado más extenso de América precolombina. Su territorio se extendía desde el sur de Colombia hasta el norte de Chile y Argentina, con capital en el Cusco, y una población que superaba los diez millones de personas. El sistema de gobierno estaba extraordinariamente centralizado: el Inca era considerado hijo del sol y concentraba la autoridad política y religiosa, mientras que una red de funcionarios administraba las regiones o suyos. La organización del trabajo, basada en la mita, garantizaba tanto la producción agrícola como la construcción de caminos, fortalezas y templos. Sin embargo, esta poderosa maquinaria política y social no estaba exenta de tensiones. Muchas de las comunidades recientemente sometidas resentían la dominación cusqueña y aguardaban la ocasión para liberarse, algo que resultaría decisivo tras la llegada de los europeos.

Francisco Pizarro, veterano de las primeras conquistas en el Caribe y Panamá, emprendió varias expediciones hacia el sur en busca de las fabulosas riquezas que se decía existían en aquellas tierras. Tras varios fracasos, en 1531 organizó una empresa más sólida con el apoyo de la Corona y de socios como Diego de Almagro y Hernando de Luque. Su ejército era exiguo, apenas doscientos hombres, pero contaba con caballos, armas de fuego, espadas de acero y, sobre todo, con la experiencia en las guerras de conquista. Cuando los españoles desembarcaron en la costa peruana, el Tahuantinsuyo atravesaba una profunda crisis: la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa había desangrado al imperio y debilitado la cohesión interna.

El encuentro decisivo tuvo lugar en Cajamarca el 16 de noviembre de 1532. Atahualpa, victorioso en la guerra civil y confiado en su poder, acudió a una entrevista con Pizarro acompañado de miles de seguidores, pero sin armas de guerra. Allí, un fraile dominico le presentó la Biblia y le instó a aceptar el cristianismo y la soberanía del rey de España. Al rechazar la propuesta, los españoles desataron un ataque fulminante con caballería y armas de fuego, sembrando el caos entre los incas. En pocas horas, el emperador fue capturado. El secuestro de Atahualpa representó un golpe mortal para el imperio, ya que la figura del Inca no era solo la máxima autoridad política, sino también el nexo religioso que unía a toda la sociedad.




Atahualpa intentó salvar su vida ofreciendo un rescate colosal en oro y plata, la célebre “habitación del rescate” de Cajamarca. Los españoles recibieron aquella fortuna inimaginable, pero aun así decidieron ejecutar al soberano en 1533. Sin su líder, el Tahuantinsuyo quedó sumido en la incertidumbre. Pizarro avanzó hacia el Cusco, apoyado por miles de aliados indígenas —entre ellos los huancas y los cañaris, enemigos tradicionales de los incas—, y la capital cayó en noviembre de ese mismo año.




La resistencia, sin embargo, no desapareció. Manco Inca, inicialmente aliado de los conquistadores, se alzó en armas y encabezó una rebelión que puso en jaque a los españoles, sitiando incluso el Cusco en 1536. Tras ser derrotado, estableció en Vilcabamba un reducto de resistencia incaica que sobrevivió casi cuarenta años hasta ser finalmente destruido en 1572. A pesar de estos esfuerzos, el dominio colonial ya se había consolidado. En 1535, Pizarro fundó la ciudad de Lima, que pronto se convirtió en el corazón administrativo del Virreinato del Perú.

El triunfo español no se explica solo por la superioridad tecnológica, aunque sin duda las armas de fuego y los caballos fueron un factor clave. Más decisivas aún fueron las divisiones internas del imperio, las alianzas con pueblos sometidos que vieron en los españoles una vía de liberación, y las epidemias que habían llegado desde Europa incluso antes que los propios conquistadores, como la viruela, que devastó a la población. La estrategia psicológica también desempeñó un papel fundamental: la captura del Inca desmoronó el sistema de poder, pues la autoridad del soberano era vista como sagrada e indispensable.

Las consecuencias de la conquista fueron inmensas. El sistema comunal andino fue reemplazado por las instituciones coloniales españolas, como la encomienda y el repartimiento, que imponían nuevas formas de explotación laboral. La introducción del cristianismo transformó la vida religiosa, aunque muchas creencias y ritos ancestrales sobrevivieron bajo formas sincréticas. La minería, con centros como Potosí, se convirtió en el motor de la economía virreinal y en una pieza esencial de la economía mundial. En el plano demográfico, la catástrofe fue abrumadora: las epidemias, unidas a la violencia y al trabajo forzado, redujeron drásticamente a la población indígena.

Pese a todo, el legado incaico no desapareció. La lengua quechua sigue hablándose en vastas regiones de los Andes, y numerosas tradiciones culturales, agrícolas y religiosas mantienen viva la memoria de una civilización que, aunque conquistada, supo resistir en la identidad de sus descendientes. La conquista del Imperio Inca fue, en definitiva, un encuentro desigual de dos mundos que transformó la historia de América y del mundo, dejando una huella profunda que aún se percibe en la vida de los pueblos andinos.


JOSÉ ANTONIO OLMOS GRACIA.


Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 17 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.



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Bibliografía:

Hemming, John. La conquista de los incas. Fondo de Cultura Económica, 1993.


Patterson, Thomas C. The Inca Empire: The Formation and Disintegration of a Pre-Capitalist State. Berg Publishers, 1991.

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