LA BATALLA DE NÍNIVE (627): LA ÚLTIMA GRAN VICTORIA DE BIZANCIO ANTES DEL COLAPSO
En el invierno del año 627, en las frías llanuras del norte de Mesopotamia, se libró una batalla que alteraría profundamente el destino del mundo tardoantiguo: la batalla de Nínive. Allí, el emperador bizantino Heraclio se enfrentó a las fuerzas del Imperio sasánida en lo que sería no solo una victoria decisiva, sino también el principio del fin para las dos superpotencias del mundo antiguo.
Batalla de Nínive por Piero della Francesca. Siglo XV |
EL CONTEXTO: DOS IMPERIOS AL BORDE DEL ABISMO
Durante más de cuatro siglos, el Imperio romano (en su forma oriental, bizantina) y el Imperio sasánida de Persia habían sostenido una prolongada rivalidad, alternando periodos de guerra y paz. Pero en el año 602, tras el derrocamiento del emperador bizantino Mauricio, se desató el conflicto más brutal de todos: una guerra total que duró casi tres décadas.
Los persas, liderados por Cosroes II, aprovecharon la crisis interna en Bizancio para conquistar extensos territorios: Siria, Palestina, Egipto e incluso partes de Asia Menor. Constantinopla se vio amenazada y, por momentos, pareció que el Imperio romano de Oriente colapsaría.
Sin embargo, la llegada al poder de Heraclio en 610 marcó el inicio de un giro radical. Tras estabilizar la situación interna, reorganizó el ejército, reformó la administración y —contra todo pronóstico— llevó la guerra al corazón mismo del enemigo.
AÑO 627 |
LA CAMPAÑA DE HERACLIO: UNA GESTA A TRAVÉS DEL CÁUCASO
Entre los años 622 y 627, Heraclio lanzó una serie de campañas espectaculares. Recurrió a alianzas con pueblos del Cáucaso, especialmente los jázaros y los georgianos, y adoptó una táctica ofensiva sin precedentes: en lugar de proteger sus provincias, atacó directamente el corazón del Imperio sasánida.
Durante el invierno de 627, Heraclio decidió jugar su carta más audaz: invadir Mesopotamia mientras Cosroes II se negaba a negociar la paz. Atravesó las montañas heladas del Zagros, rodeado de enemigos, en una época del año en la que ninguna campaña militar solía emprenderse. Su ejército era reducido, pero estaba altamente entrenado, motivado y bien dirigido.
LA BATALLA DE NÍNIVE: UNA VICTORIA ESTRATÉGICA
El 12 de diciembre de 627, cerca de las ruinas de la antigua ciudad asiria de Nínive, Heraclio se enfrentó a las tropas persas dirigidas por el general Rhazates, ya que Cosroes no se presentó personalmente. El combate fue feroz, en terreno abierto, bajo un cielo cubierto y condiciones invernales extremas.
Heraclio organizó una táctica envolvente que desorientó al enemigo. En lugar de una carga frontal, dividió a sus tropas y las posicionó para contraatacar de forma coordinada. A lo largo del día, los persas fueron cayendo, y al anochecer, Rhazates fue muerto en combate. La derrota sasánida fue total.
El ejército persa, que se creía invencible, se desmoronó. Las pérdidas humanas fueron cuantiosas, y el Imperio sasánida quedó militarmente desnudo.
LA CAÍDA DE COSROES II Y LA PAZ FORZADA
Tras la debacle en Nínive, Heraclio no se detuvo. Saqueó el palacio de Dastagerd, una de las residencias favoritas de Cosroes, y capturó un inmenso botín, incluyendo la Vera Cruz de Jerusalén, que los persas habían robado años atrás.
Humillado y sin ejército, Cosroes II fue depuesto y asesinado por su propio hijo, Kavadh II, quien inmediatamente solicitó la paz. Heraclio no pidió nuevas conquistas: exigió la devolución de todos los territorios ocupados y el regreso de la Vera Cruz. El tratado de paz de 628 selló la victoria bizantina y el fin de la guerra más prolongada entre Oriente y Occidente.
Heraclio devuelve la Vera Cruz a Jerusalén. |
CONSECUENCIAS: UNA VICTORIA PÍRRICA
Aunque la batalla de Nínive fue una victoria épica, sus consecuencias a largo plazo resultaron paradójicas:
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El Imperio sasánida quedó gravemente debilitado. Las guerras civiles y las invasiones internas lo dejaron sin fuerzas ni cohesión. Estaba agotado económicamente y militarmente. La población, los recursos y el aparato estatal estaban al límite.
En apenas cuatro años, un nuevo actor surgió en el desierto de Arabia: el Islam. Aprovechando la debilidad de ambos imperios, los musulmanes conquistaron Siria, Egipto, Mesopotamia y finalmente Persia en un tiempo récord.
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Así, la batalla de Nínive marcó el fin del mundo antiguo. Ni Roma ni Persia volverían a ser lo que fueron. En su lugar, nacía un nuevo orden.
LA GLORIA DE HERACLIO Y SU LEGADO
Heraclio regresó a Constantinopla como un héroe. La Vera Cruz fue devuelta a Jerusalén en una ceremonia solemne. Por un breve momento, pareció que el Imperio romano de Oriente había renacido.
Pero la gloria duró poco. El emperador vivió para ver cómo las tierras que acababa de reconquistar caían una a una en manos árabes. La victoria de Nínive, aunque inmensa, no pudo frenar el cambio radical que el islam traería al Mediterráneo oriental.
Aun así, la campaña de Heraclio sigue siendo una de las gestas militares más extraordinarias de la historia bizantina: un ejemplo de audacia, resistencia y liderazgo en tiempos desesperados.
Policía local de profesión, desarrolla su cometido en la categoría de oficial en el municipio de Huesca, contando con más de 16 años de servicio y varias distinciones. A pesar de que su afán por la historia le viene desde pequeño, no fue hace mucho cuando se decidió a cursar estudios universitarios de Geografía e Historia en UNED y comenzar en el mundo de la divulgación a través de las redes sociales. Actualmente administra el blog elultimoromano.com así como páginas en Instagram y Facebook con el mismo nombre. Además, colabora con revistas, páginas, asociaciones, blogs relacionados con la divulgación histórica y es miembro de Divulgadores de la Historia.
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Bibliografía:
- Historia Medieval (Siglos V-XII) Editorial Universitaria Ramón Arcés. J. Donado Vara, A. Echevarría Arsuaga.
- Norwich, John Julius. Breve historia de Bizancio. Editorial Ariel, varias ediciones.
- Gibbon, Edward. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano. Vol. 5–6, ediciones varias en español.
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